Regresar, volver, retornar y otros sinónimos tratan de explicar o representar ese momento tan trascendente en la vida de las personas, tanto desde lo social como la significación que tiene desde lo más íntimo de los sentimientos, que muchas veces, o la mayoría de las veces, contiene expectativas que superan la realidad.
Cuando hago mención a los sentimientos y emociones que genera ese cambio, me refiero a esa parte que supera la racionalidad de las expectativas y te genera esa parte romántica de la vida de pueblo, ya sea porque alguna vez lo viviste o por lo que te contaron de la vida de pueblo. Como todo acto de la vida este cambio tiene pros y contras, ventajas y desventajas.
«La tranquilidad del pueblo, sus costumbres contrastan fuertemente con el ritmo y ruido de la ciudad.»
Rodolfo Romero / Abogado
Quiero referirme especialmente a las expectativas y sentimientos previos a ese cambio, en el caso particular, volver al pueblo en que has nacido. Ese solo hecho, el haber nacido en determinado lugar, te genera una adrenalina muy particular, volver a lo conocido, donde están tus raíces, tus afectos familiares, cruzarte y estrechar las manos con aquellos que alguna vez desarrollaron tareas similares, con amigos vecinos de tus padres y tantas otras cosas ligadas al corazón.
Pero lo soñado y esperado tiene un fuerte choque con la realidad. No todo lo imaginado y esperado se cumple, ya que hemos crecido y desarrollado nuestras vidas en distintos ámbitos e idiosincrasias.
En definitiva, volver al pueblo es una mezcla de alegrías y tristezas que nos pone ante el espejo de la realidad, esa realidad que nos muestra crudamente que el tiempo ha pasado y que ya no somos los mismos que fuimos, y que lo mejor es guardar para siempre en la memoria y en nuestro corazón, aquellos lindos recuerdos del pasado que ya no volverán.