Dos horas de Instagram. Cuarenta y cinco minutos en X (ex Twitter). Media hora en TikTok. Cinco horas distribuidas al día en Whatsapp. Dos revisiones de títulos en los medios de comunicación. Un repaso por los mails llegados a la bandeja del correo electrónico. Muchas horas. Poco resultado. Una navegación sin ningún puerto.
La dieta diaria de consumo de redes y derivados no es nueva. Y sin embargo, este 2024, la Universidad de Oxford eligió como palabra del año “Brain rot”, un término que alude al efecto de consumir cantidades extremas de material de baja calidad en internet y los medios sociales, un término que para nosotros se traduce como “podredumbre cerebral”. Da miedo: la mayoría padecemos esos síntomas.
Cada año se eligen las palabras que mejor definen los doce meses que marcan el calendario de enero a diciembre, las que más se usaron, como si dar vuelta la página implicara algún cambio de conducta, o de léxico. Este 2024 también figuran Gordofobia, turistificación (para hablar del turismo masivo, sobre todo en Europa), polarización (utilizado con mayor frecuencia en los EE. UU. antes de las elecciones para describir las relaciones raciales, la política y la ideología), y según Cambridge, “manifestar”, un verbo que utiliza sobre todo la generación Z y que es algo así como “dar fe del poder de la visualización y del pensamiento positivo para hacer realidad los sueños fervientemente sostenidos”. En Tik Tok, donde puede ocurrir lo que define la otra palabra del año, sugieren que la mejor manera de manifestar es el método “3-6-9″ que consiste en escribir los deseos tres veces por la mañana, seis veces por la tarde y nueve veces antes de acostarse, para conseguirlos. Una manera un poco obsesiva pero sobre todo mágica de creer que es posible conseguir los objetivos por el sólo hecho de escribirlos: manifiesta y dominarás el mundo.
Para determinar la palabra del año, lo que hacen las universidades o diccionarios o entidades del mundo es cruzar el uso de 26 mil millones de términos de fuentes de noticias y combinarlo con el voto popular y el análisis de sus especialistas. El objetivo de ese cóctel de palabras es ir más allá de la curiosidad lingüística para lograr algo que refleje “los estados de ánimo y las conversaciones que definieron al año”.
En el caso de “podredumbre cerebral” -un término que parece más bien destinado a zombies- la Universidad de Oxford lo definió como “el supuesto deterioro del estado mental o intelectual de una persona, especialmente visto como resultado del consumo excesivo de material (ahora particularmente contenido en línea) considerado trivial o poco desafiante”. Algo así como el resultado del alimento chatarra que le damos a la mente diariamente.
Brain Rot es “el supuesto deterioro del estado mental o intelectual de una persona como resultado del consumo excesivo de material considerado trivial o poco desafiante”.
Con una penetración del 90 %, los argentinos usamos Internet más de 8 horas al día, según los datos que recopila We Are Social y Meltwater en sus informes anuales. Por supuesto que en muchos casos se utiliza para trabajar. Pero no todo el tiempo. Y aunque nadie escapa a la oferta de material poco estimulante, el foco está puesto en los más jóvenes que, de acuerdo al informe, pasan horas navegando en plataformas como Instagram y TikTok. Y eso, subraya el informe, lejos de ser un pasatiempo inofensivo, puede llevar a una sensación de agotamiento y desconexión social. Para Casper Grathwohl, presidente de Oxford Languages, que hace 2 décadas que elige el término del año, “brain rot” se convirtió en una palabra clave en la conversación cultural sobre los peligros de la vida virtual. Sobre todo, dice el informe, entre Generación Z y Generación Alpha, quienes incluso le imprimieron un toque irónico y autocrítico al reconocimiento del impacto negativo de la tecnología en su bienestar mental.
Como observó Grathwohl, el hecho de que las generaciones más jóvenes amplifiquen el uso de “brain rot” a través de las mismas redes sociales que alimentan este fenómeno, refleja autoconciencia y “demuestra una cierta auto ironía sobre el impacto perjudicial de las redes sociales que heredaron”.
Según los expertos de la universidad, ‘brain rot’ ganó popularidad este año: el uso del término aumentó en un 230% entre 2023 y 2024, según la institución británica. La primera vez que se registró su uso fue en 1854 en el libro Walden, de Henry David Thoreau, que reflexionaba sobre el estado de la sociedad en su época. Thoreau escribió: “Mientras Inglaterra se esfuerza por curar la podredumbre de las papas, ¿no se debería hacer lo mismo con la podredumbre del cerebro, que prevalece mucho más ampliamente y fatalmente?”
Aunque la palabra se haya utilizado más este año, los efectos parecen preocupar desde hace más tiempo. Sólo por citar un ejemplo, a principios de este año, un proveedor de atención médica conductual en Estados Unidos comenzó a ofrecer tratamiento para las caries cerebral, describiéndola como un estado de “confusión mental, letargo, reducción de la capacidad de atención y deterioro cognitivo”. La empresa de atención médica citó el doomscrolling y la adicción a las redes sociales como ejemplos de conductas de descomposición cerebral, que podrían prevenirse estableciendo límites al tiempo frente a la pantalla o haciendo una desintoxicación digital.
Hay algo apocalíptico en el término, y también en la elección del término como palabra del año. Pero no parece una elección caprichosa, aunque debería abarcar mucho más de lo que aprieta. Culpar sólo a las redes sociales de alimentarnos con comida chatarra es dejar afuera a muchas plataformas de streaming en las que hemos navegado durante el año buscando algo estimulante, o inteligente, y apenas hemos encontrado nada. Quizás, como ahora ocurre con los alimentos y sus octógonos negros, que nos avisan de toda clase excesos perjudiciales para la salud, la vida digital (que es buena parte de nuestra vida) debería alertarnos sobre los efectos colaterales. Algo así como “el consumo excesivo puede producir podredumbre cerebral”.
Ojalá sólo fuera una palabra del 2024, que ya se termina.
Escrito por:
VERONICA BONACCHI
Jefa de Redacción Revista CUAD