Jay Kelly, una vida entre rodajes
Reseña por Rocco Avena
Jay Kelly, una vida entre rodajes
Reseña por Rocco Avena

Noah Baumbach, director y guionista, realizó una película melancólica sobre un actor incapaz de conciliar su éxito laboral con su vida privada. Es una obra aguda, graciosa, demoledora.

Todas las memorias de Jay Kelly son películas. Sus anécdotas, sus amoríos, sus fracasos están relacionadas con sus 35 años de carrera en el cine. Priorizó su pasión, triunfó como profesional; fracasó como hijo, padre y amigo. ¿Qué sucede cuando se obtuvo todo, cuando no queda nada?

El nuevo film de Noah Baumbach, disponible en Netflix, se centra en Jay Kelly, una estrella de Hollywood interpretada por George Clooney que le da el título a la obra. El director retrata las travesías del actor y su equipo por Europa para intentar recuperar el tiempo perdido con su hija mientras recibe un premio en un festival en Italia. Pero también es un viaje introspectivo para descubrir quién es. Y eso es lo más difícil de lograr. 

Jay Kelly vive entre rodajes y entre bambalinas. Su tiempo libre solo existe cuando termina un papel, en las pocas semanas antes de iniciar el próximo. Su hija mayor le recrimina no haber pasado tiempo con ella durante su infancia o, aún peor, haber encontrado un padre amoroso solo en los personajes que interpretaba; la menor no quiere destinar sus últimos días en California con él. No hay rastros de su pareja, sólo de una amante que conoció filmando una escena.

Un actor es un gran mentiroso, finge ser alguien que no es. Y el autodescubrimiento es muy complejo cuando siempre se interpreta otra clase de personaje, la carismática figura pública que nunca cae mal parada, ni siquiera cuando se pelea a la salida de un bar. No hay tiempo para el ocio, sólo para la vorágine de ser Kelly, de no poder descubrir el verdadero Jay. Accede a sacarse fotos, a firmar autógrafos, a contestar preguntas. Es más genuino con sus fanáticos que con sus amigos.

La división entre arte y familia la une a The Fabelmans, de Steven Spielberg, otra película en la que el protagonista debe conciliar entre ambas. “Familia, arte. Te va a partir en dos”, dice el tío de Sammy. Esa distinción aplica en Jay Kelly, solo que el protagonista ya eligió: el cine es su prioridad. 

Pero aquí reside la gran habilidad del director, acompañada por el carisma de George Clooney: lograr que el espectador pueda empatizar con el Jay Kelly humano, y no con la encantadora estrella de Hollywood, tan correcta, tan sobreactuada. No recurre a golpes bajos ni eleva el sonido de la música: Baumbach lo encuadra cada vez más solo. Es un gesto que conmueve.

Además del viaje, la película también cuenta con flashbacks que ilustran cómo se convirtió en estrella y cómo perdió el cariño de su hija mayor. Hay grandes personajes en el camino. El más importante es Ron Sukenick, su manager, interpretado por el injustamente bastardeado Adam Sandler, que logra cargar de emoción varias de las escenas más importantes y el que lo empuja a priorizar su carrera. Él, a su manera, también elige el arte sobre la familia.

Con menor tiempo en pantalla pero con una gran intensidad dramática, Billy Crudup se roba las miradas como Timothy, el amigo de la infancia de Kelly, el hombre que tuvo la vida que él hubiese tenido si no se dedicaba a ser actor.

De toda la obra de Baumbach, esta es la más influenciada por Peter Bogdanovich. El autor de clásicos como Paper Moon se caracterizó por realizar un cine melancólico, y no nostálgico, porque no existía una añoranza por tiempos pasados sino una sensación de despedida que atravesaba toda la historia. Pero, como había espacio para ese dolor, también había lugar para la mayor de las diversiones.

Y en Jay Kelly se respira una tristeza, una vulnerabilidad inseparable del carisma de Clooney. Hay personajes entrañables que corren por Europa, que bailan, ríen, lloran. Hay espacio para despedidas y para celebraciones, porque en eso consisten los homenajes, aunque no haya con quien festejar.

No es casual que Bogdanovich haya elogiado Marriage Story, el drama de Baumbach estrenado en 2019 que también fue inspirado por el mismo realizador. Existen otras grandes influencias en su cine presentes en Jay Kelly: François Truffaut, Woody Allen y Federico Fellini.

La más evidente de las tres es la del realizador francés, con una cita incluida a Besos Robados, la tercera entrega de la saga de Antoine Doinel. En una de las escenas más reconocidas, Jean-Pierre Léaud se mira al espejo y repite su nombre, afirmando su identidad. En Jay Kelly, George Clooney hace lo mismo, variando con nombres de actores que admira, como Paul Newman.

La influencia de Fellini y Allen no es tan directa, es temática. Ambos realizadores se caracterizaron por haber realizado películas metacinematográficas, como y La rosa púrpura del Cairo. La obra de Baumbach asume su condición en la primera escena, en un extenso plano secuencia que demuestra su habilidad para introducir personajes y para resumir de qué trata, con Jay quedando solo, reflexionando sobre su propia vida.

Ese arco se cierra con un final que permite una mirada a cámara, una ruptura de la cuarta pared. El tan esperado homenaje al actor incluye un video de los films de Jay Kelly (y de George Clooney), una celebración en un teatro lleno para un alma vacía, sin nadie con quien festejar. Y así, el protagonista reafirma su decisión: es una estrella con remordimientos que no dudaría en hacerlo todo de vuelta.

Escrito por:

ROCCO AVENA

Colaborador Revista CUAD

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