El extremo ante la muerte
Escrito por Veronica Bonacchi
El extremo ante la muerte
Escrito por Veronica Bonacchi

Tres documentales, dos de ellos del siempre genial Werner Herzog, retratan historias y vidas y muertes, transitadas en los límites más abismales.

Imaginen inspirar una vez. Muy profundo, pero una vez. Y luego, con ese único y seguramente escaso aire en los pulmones, imaginen descender a la más profunda oscuridad del océano. Sin ruido, sin aire, sin luz. Allá abajo es todo oscuro,negro. Allá abajo hay solo un mojón que marca que el que desciende ha llegado a la meta. Toma de ese mojón la prueba de que estuvo ahí. Imaginen ahora regresar. Con menos aire y quizás un poco más de claridad a la superficie. Imaginen, porque eso ocurre, que el aire se acaba en los últimos metros. Asfixia sólo imaginarlo. Pero quienes se entrenan en el deporte extremo de la apnea lo logran. Casi siempre.

Hay en Netflix un documental titulado “La inspiración más profunda”, una engañosa historia sobre una apneista italiana. El material tiene sus bemoles porque está armado con un suspenso que recuerda a las malas series, que prometen una cosa, o te preparan para un drama que finalmente ocurre pero no de la manera ni con la persona que esperabas. De todos modos, no se puede dejar de ver, esa pelea que parece insensata contra la profundidad, la oscuridad y la falta de aire.

 La protagonista es la campeona de buceo italiana Alessia Zecchini, que se prepara desde chica para romper récords de apnea en el océano. Sabe que cada una de esas inspiraciones y descensos a la más absoluta oscuridad del mar le puede costar la vida. Pero ahí está ella entrenándose en algo que parece inhumano. Más de uno regresa desmayado a la superficie y el equipo que los asiste tiene exactamente tres minutos para “devolverlos a la vida” después del blackout mental en el que quedan.

Uno no puede dejar de preguntarse mientras mira el documental de dos horas, qué mueve a alguien a esos extremos.

Hay más historias así disponibles en las plataformas de streaming. En Mubi, por ejemplo, hay al menos dos filmadas por el mismo director, el alemán Werner Herzog. En este caso, todo es mejor: sólo con escuchar la voz de Herzog alcanza. La voz de Herzog podría contar todo. Tiene algo monocorde y a la vez encantador. Un tono grave pero no alarmista. En este caso, lo que cuenta, con su voz y su cámara (que es también su voz propia), es la historia de “Grizly Man” (“El hombre oso”).Tras la muerte de dos personas devoradas por un oso pardo, Herzog recibe más de 100 horas de grabación. En ese material filmado en los bosques de Alaska, Herzog encuentra de todo, hasta el audio del momento en que el hombre oso y su novia son atacados por el oso asesino.

El protagonista del documental es Timothy Treadwell, alguien tan lunático como pasional, un ser con dosis iguales de inocencia y locura, alguien que quería vivir entre los osos, ser uno de ellos, que está convencido de que ellos serán amables con él. Por supuesto, termina mal.

Herzog no lo juzga. Lo retrata con las horas grabadas por el mismo Treadwell, un ser herido por la sociedad en la que vivía que buscó en esa vida solitaria, extrema, peligrosa, un objetivo: cuidar a los osos, filmarlos durante años, sentirse parte de su comunidad.

El otro documental disponible de Herzog en la plataforma Mubi cuenta  la vida de dos apasionados vulcanólogos que -si, también ellos- murieron abrazados por el volcán que investigaban en ese momento. Ellos eran Katia y Maurice Krafft, una pareja unida no solo por el amor sino además por la devoción científica hacia una de las fuerzas de la naturaleza tan poderosa como destructiva: los volcanes. Ella geoquímica, él geólogo, se convirtieron en fotógrafa y documentalista de los volcanes que visitaban y exploraban juntos hasta que -también juntos- encontraron la muerte en el monte Uzen, en Japón, en febrero de 1991. El documental se llama “The Fire Within: a Requiem for Katia and Maurice Krafft”.

Herzog, que se describe a sí mismo como escritor («Yo he sido un escritor desde el principio. Y me parece importante aclararlo: las películas son mi viaje y la escritura es mi hogar. Ya llevo cuarenta años predicando a oídos sordos que mis libros sobrevivirán a todas mis películas… No existe nadie que escriba como yo»), acaba de publicar “Cada uno por su lado y Dios contra todos”, donde vuelve a contar, como bien lo dice Rodrigo Fresán “lo mucho que vivió para contarla y que ya contó más o menos de forma velada en films protagonizado por seres míticos o en documentales sobre osos o volcanes o hielos antárticos o las profundidades de cuevas prehistóricas o del cosmos sin edad o cualquier otra cosa que despierte su interés más bien insomne y sonámbulo”.

las películas son mi viaje y la escritura es mi hogar. Ya llevo cuarenta años predicando a oídos sordos que mis libros sobrevivirán a todas mis películas.

Werner Herzog

Y en ciertos momentos, que son muchos momentos, no hay nada como mirar, oír, o leer a Herzog, ese hombre que caminó a pie desde Munich, en Alemania, hasta París, en Francia, 770 kilómetros y lo contó en el precioso libro “De caminar sobre hielo”. La historia es así: en 1974, a los 32 años, Werner Herzog se enteró de que su amiga y mentora, la historiadora y crítica de cine Lotte Eisner, estaba muy enferma en Francia y podría morir. En un impulso casi místico decidió recorrer caminando en línea recta la distancia entre Munich y París con la extraña idea de que si conseguía cumplir la peregrinación, Eisner viviría. Y lo logró: vivió ocho años más después de que el joven Herzog llegara, con los pies destrozados, a su departamento parisino. «El mundo sólo se muestra a aquellos que caminan… No fue megalomanía de mi parte sino un gesto sublime del alma… Ella vivió ocho años más luego de mi caminata y entonces, cansada, me llamó para que anulara el hechizo; lo hice, y murió a los ocho días», cuenta él.

El mundo sólo se muestra a aquellos que caminan.

Werner Herzog

No hay moraleja en las historias. No hay un dedo levantado sobre esas vidas al límite del abismo. No hay aplausos por esa elección. Lo que sí hay es convicción, en quienes hacen o vivieron sus vidas con total devoción y en Herzog, que nadie podrá decir que no es capaz de ponerse en riesgo por su arte y por alcanzar su voz, tan propia, tan única.

Escrito por:

VERONICA BONACCHI

Jefa de Redacción Revista CUAD

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