La soledad de estar conectados todo el tiempo
Por Lic. Ayelén Puppo Rajneri
La soledad de estar conectados todo el tiempo
Por Lic. Ayelén Puppo Rajneri

En los tiempos actuales, donde la conexión con otros muchas veces es por medio de las herramientas tecnológicas, a través de diferentes plataformas, encontramos individuos aplastados subjetivamente como objetos de consumo y paradójicamente hiperconectados pero cada vez más solos. ¿Por qué se produce este efecto? ¿Qué es la soledad? ¿Hay distintas soledades?

“Pero hace tanta soledad
que las palabras se suicidan.”

Hija del Viento, de Alejandra Pizarnik

La soledad es una experiencia subjetiva que involucra aspectos emocionales, cognitivos y sociales, y que puede manifestarse de diversas maneras a lo largo de la vida. Se puede pensar como estructural al ser humano, ya que en la vida de un sujeto, la soledad se gesta en las primeras etapas del desarrollo psicológico. 

La soledad se relaciona entonces para el psicoanálisis con las dinámicas de las relaciones objetales y la necesidad de construir una identidad diferenciada del otro. Se puede hablar así de un sentimiento inicial de soledad cuyo origen se encuentra en la temprana infancia, en el estado inicial de desamparo del cachorro humano que experimenta la separación con la madre, persistiendo en él, el anhelo inalcanzable de volver a un estado interno perfecto. Sin embargo, también podemos encontrar que existe desde el comienzo de la vida una tendencia a la integración, esta separación le permite al yo desarrollarse, reconocerse e identificarse. Siendo uno de los factores que contribuyen a la disminución del sentimiento de soledad.

Entonces la soledad es inherente a la constitución psíquica, pues propicia la división, volviéndonos sujetos del deseo al ser introducidos en el campo del lenguaje, esto deja marca de la separación con el Otro. Esta soledad paradójicamente es la que le permite al sujeto hacer lazo con el otro, puesto que, es en torno a él que nos constituimos como tal. La soledad, en este sentido, no es solo ausencia de compañía, sino también un encuentro con la propia falta. 

En la clínica psicoanalítica, muchas personas expresan una profunda sensación de vacío, aunque estén rodeadas de otros. Ahora bien, si la soledad es constitucional: ¿Qué sucede en la actualidad y por qué esta sensación de estar solos nos arroja a estar conectados todo el tiempo, teniendo la sensación de estar más solos que nunca? ¿Qué sucede en la clínica? ¿Se puede pensar en una soledad “necesaria” y una soledad traumática y patológica?

En la clínica el sentimiento de soledad es muchas veces relatado como una profunda sensación de aislamiento y desconexión, ya sea con los demás como consigo mismo. Puede estar acompañada por diversos sentimientos de tristeza, vacío, angustia, etc. 

En la actualidad, los cambios socio-culturales que tienden a un aumento de la individualidad, de la proliferación de nuevas tecnologías de la comunicación han producido un aumento en las experiencias de la soledad. ¿Por qué sucede esto? Una posible explicación es que el discurso capitalista no sólo produce la ruptura del lazo social sino que impone las variedades de goce consumista que muchas veces desembocan en soledad y angustia, en el retorno del sujeto objetivado y al servicio del circuito pulsional que produce el despojo de las formaciones del inconsciente y la devastación del lazo social. 

El aislamiento ya no parece entonces una soledad constitucional, sino más bien una forma defensiva de un sujeto frente a un imperativo epocal, donde se excluye al otro, poniendo un muro en el medio. Estas son soledades que hacen síntoma, propias de los cuadros clínicos del autismo, de la depresión, de las psicosis o los duelos «patológicos», por ejemplo.

La hiperconectividad de las redes sociales creó la ilusión de estar cerca de otros, pero careciendo de la profundidad emocional necesaria para combatir la soledad estructural de la modernidad. Entonces la sensación de soledad aumenta estrepitosamente. 

Hay una desconexión con el mundo real, reemplazada por un mundo digital, hecho a la medida, donde el sujeto puede borrar, bloquear lo que no quiere ver, donde los motores de búsqueda le van a ofrecer lo que sus gustos orientan. La diferencia no existe en este mundo digital, el otro que no es un otro semejante, sencillamente deja de existir. Produciéndose así un efecto de contraste entre el mundo virtual, y aquel que está fuera de línea, que incomoda, que nos genera ansiedad, porque el otro real de piel y hueso, que tiene pensamientos diferentes, nos increpa; y de tanta pantalla y tanta virtualidad el sujeto siente que ya no tiene herramientas para poder lidiar con eso. 

Se puede pensar en el uso excesivo de las pantallas como una forma de evadir la soledad y sentir que dejamos descansar nuestras preocupaciones. Nunca nos separamos de las pantallas y si lo olvidas (por ejemplo, el celular) sentís que te olvidaste los pantalones o la billetera. La ilusión que se juega es que después de todo, no estamos solos. Si bien es una ilusión, es una ilusión tan bien lograda que la cantidad de amigos o seguidores demuestra que uno pertenece a la sociedad posmoderna. Es tan brillante el uso de una sensación constitucional (la soledad) como mercado, que al final de cuentas se retroalimenta: más soledad, más pantalla, más miedo a estar solo, más conectados, más falta, más goce sin Otro. 

Zygmunt Bauman en una entrevista dice algo que resulta interesante: “Mark Zuckerberg, el propietario de Facebook como usted sabe, ha ganado 50 mil millones en la bolsa de valores, ¿con qué? Sobre nuestro miedo a la soledad. El éxito de Facebook es muy simple. No hay ningún secreto en eso. Mark Zuckerberg puso el dedo en la mina de oro. Y la mina de oro era el miedo de la gente a ser abandonada. Facebook es la forma en la que a pesar de estar solos, estamos conectados.”

Por último, ¿Cómo afecta esto a la práctica analítica? Creo que hoy en día, los psicoanalistas nos encontramos con el desafío de la IA (Inteligencia Artificial), donde muchos consultan sus síntomas con el chat-gpt, que se puede ofrecer como un terapeuta que interviene según lo relatado. Hay algo ahí un fenómeno muy interesante, el chat-gpt, no devuelve el mensaje del sujeto, para que se escuche, sino que dice aquello que, frente al relato del sujeto, supone que quiere escuchar. Entonces, en ese monólogo, sin la escucha de un analista, se convierte en una práctica cuasi tarotista, o con estilo coaching, donde muchas veces el mensaje termina diciendo “no estás solo/a, acá estoy a disposición”.  Una especie de autoayuda, de estar siempre ahí para vos, a tu demanda, al servicio de tu goce.

Considero que el psicoanálisis en su discurso, sale del discurso amo, de esta dinámica mercantilista para poder ofrecerse como partener del síntoma-soledad de cada sujeto. Corriéndose de este modo, del para todos, para direccionarse en para cada uno. Produciéndose de esta manera un quiebre en esa dialéctica fijada por un discurso globalizante y permitiendo que cada analizante pueda hacer algo con esa soledad inherente y que hace síntoma al sujeto. Es importante destacar que la soledad no siempre hace síntoma como vacío, tristeza, a veces con su contracara que es la sensación de estar muy bien solos, y generando así la necesidad de una soledad casi absoluta, sin Otro. Esa soledad desmedida es también sintomática. Para concluir creo que la soledad que no hace síntoma en un sujeto, es la que se elabora, la que no se repite en forma de miedo al abandono, la que no se presentifica como un malestar que se padece, ni tampoco como algo que se disfruta y se busca en exceso. La soledad que se integra al sujeto y lo acompaña, es aquella que de alguna forma no se reniega, ni se evade. 

“Si te gustó mi artículo podés seguirme en Instagram y darle likes a mis publicaciones, así no me siento tan sola. Los espero en mis redes”.

Escrito por:

AYELEN PUPPO

Colaboradora Revista CUAD

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