Cantar con el cuerpo, no solo con la voz. Que el público sienta más que sonidos. Para Daniela Prado, cantante lírica mezzo soprano, la interpretación es una combinación de disciplinas. “Cantar no es solamente abrir la boca y cantar, la interpretación es otra cosa”, subrayó la artista estable del Teatro Colón y oriunda de Buenos Aires en diálogo exclusivo con Cuad.
“En mi formación tuve maestros directores de escena, estudié fonética y repertorios. Todo va nutriendo para el momento en que hay que pararse ahí solito con tu alma e interpretar una pieza”, explicó Prado, quien hace pocos meses atrás cantó en España, anteriormente lo hizo en Francia y en Chile, y también cumple con una cargada agenda de presentaciones en el país.
“Primero es la imagen y después viene la palabra, sino el canto no está vivo. El público tiene que ver que estás cantando con todo tu cuerpo”.
Daniela Prado / Cantante lírica mezzo soprano
Daniela canta desde siempre, pero siempre. Dice que “era la radio del auto”, su voz acompañaba cada recorrido. Cantaba todo el día. Hasta que en plena adolescencia entró a un conservatorio a estudiar guitarra y después incursionó en la flauta dulce. Pero en realidad lo que ella quería era cantar.
“Mi papá no quería que estudie música porque decía que me iba a morir de hambre, mi mamá decía que sí, que es lo que más hacía, siempre estaba cantando. Por un lado tenía el no, y el otro el sí vos podes de mi mamá. Cuando entré al coro estable le dije a mi papá, mirá puedo vivir de esto”.
“Creo que es muy importante el apoyo de la familia y el no hacerle caso a los no”.
Daniela Prado / Cantante lírica mezzo soprano
Hoy Daniela, cantante profesional, conjuga la maternidad con su profesión, viaja a cantar a diferentes lugares del mundo, vive del arte. “Pasar a ser profesional fue duro, porque para pasar de ser alumno a ser profesional, ese paso es muy grande y hay que estudiar mucho”.
Un camino de aprendizaje
A sus 15 años, un aviso en la radio promocionando un coro que interpretaba música popular fue el primer acercamiento. A pesar de su negación al comienzo, terminó llegando al estilo clásico. Nunca más lo dejó. “La primera ópera que fui a ver al Colon dije yo quiero hacer esto, aprender esto, estar en este lugar. Después se fueron despertando otras cosas. Me fue llevando el mismo ámbito, me dio cada vez más hambre de eso”.
Sus inicios fueron en el conservatorio Astor Piazzolla, a sus 16 años, en paralelo a sus estudios en la escuela secundaria. “Me anoté en la carrera de guitarra, donde cursaba como instrumento complementario flauta dulce. En esa cátedra hacíamos un ensamble y cantábamos”, recordó Daniela. Hasta que un día un maestro le dijo ‘qué haces acá estudiando un instrumento, vos tenés que estar acá al lado estudiando canto’. Y fue el comienzo de todo.
A los 18 empezó la carrera de canto, y su panorama cambió. “Me dediqué a cantar. Ese mismo año me tomaron en un coro. Cuando el profesor me escuchó me dijo que tenía que hacerlo sola. A partir de ahí canté todos los solos de Gloria de Di Baldi que era la obra que estaban haciendo en ese momento, los de Magnificat de Bach, Requiem de Mozart y luego surgió la posibilidad de audicionar para una compañía de ópera y entré. Tenía 22 años. Al año siguiente entré en Buenos Aires Lírica, que era una compañía de ópera que se manejaba en el under pero era la segunda que venía después del Colón”.
Daniela estudió en el Instituto Superior de Arte del Teatro Colón. En medio de las oportunidades para cantar de solista, en el 2015 audicionó en el Coro del Teatro Colón. Entró primero como contratada y luego alcanzó la estabilidad. Un año después concursó para entrar al Instituto de Teatro del Teatro Colón -cursaba un embarazo- y también quedó.
“Me surgió mucho trabajo de solista, estuve cantando mucho. Viaje a Francia, concursé y llegué a la final. En enero del 2020 viaje a Chile a otro concurso de canto, llegué a la semifinal, pero en la entrega de premios me dieron un rol para cantar en una ópera de España, cuando pasó lo de la pandemia se pospuso y viajé este año en abril a cantar”.
Cuando recibe una partitura es un desafío. La ve, la ablanda e interpreta qué y cómo se quiere decir. Se relaja y se presenta, cada vez, con una imagen. Canta con el cuerpo, y eso se percibe.
Escrito por:
Revista Cuad