La inteligencia artificial ataca el arte
Columna de Nicolás Piccoli
La inteligencia artificial ataca el arte
Columna de Nicolás Piccoli

Dos artistas responden sobre el uso de la inteligencia artificial en sus obras. Martín Legón, en las artes plásticas, y Carlos Sorín, en el cine, hacen uso de herramientas de IA para incluir en sus producciones. ¿Dónde se ubica el autor ante la creación de una máquina?.

“Los artistas preguntan. Eso es lo que hacemos, esa es nuestra tarea”, le dice Valeria a su mejor amiga, una joven Máxima Zorreguieta, en la reciente biopic ficcional sobre la Reina de Holanda (HBO Max). Y lo dice a propósito de una exposición de arte que realizó la media hermana de Máxima en los ‘90s, donde cuestionó las atrocidades de la Dictadura Militar argentina de la cual el padre de ambas fue cómplice. La exposición artística funciona como un disparador para correr el velo de una futura reina que, ya adulta, cae en la cuenta de que nunca había cuestionado a su padre.

Tal vez, una de las funciones del arte puede tener ese poder: el de disputar lo establecido, romper con un discurso dominante o manifestar una oposición frente a un padre -en este caso cómplice de un horror- que nos convoca a todos.

Como sea, en cada caso hay detrás un autor, una voz que busca narrar algo. Hay un artista que dice con su obra algo.  

Cabe preguntarse entonces, si en un contexto de transformación total como se pronostica que ocurrirá con la inteligencia artificial, hay chances de que una máquina pueda hacer la pregunta que incomode al status quo. Hasta qué punto una IA produce arte y, en tal caso, cómo queda posicionado el autor en este nuevo panorama.

Recordemos que con las herramientas actuales de IA es posible crear piezas a partir de un pedido de texto. Los llamados “prompts” son requerimientos con instrucciones (que pueden incluir hasta detalles estilísticos y técnicos) realizados en texto para obtener resultados en una amplia variedad de formatos: audio, videos, imágenes, textos. A este tipo de herramientas se las llamó “generativas” y a sus piezas producidas “sintéticas”.  

Desde Revista Cuad consultamos a dos artistas argentinos para entender el vínculo posible entre ellos y las máquinas que piensan y crean bajo órdenes humanas.

Martín Legón (1978) inauguró hace algunos días su muestra “Sólo las piedras recuerdan” en el Museo Moderno de la Ciudad de Buenos Aires. “En esta exposición, Legón cruza dos universos que también parecen infinitamente ajenos entre sí: el Escuelismo y la inteligencia artificial”, dice la reseña del Museo. 

Le preguntamos a Legón: ¿por qué la inteligencia artificial está dentro de tu campo de interés como artista y cómo la incorporaste a tu obra?:

- La inteligencia artificial me interesó naturalmente. En la muestra se utiliza como un contrapunto a algo que se viene planteando en la historia del arte argentino desde la década del ‘70 que es el escuelismo. Un “ismo” que para mí es fundamental pero que no se le dio demasiada importancia y lo que intenta la muestra es rastrearlo. 

La IA la utilicé para que realice un personaje de historieta. Aparece con toda su potencia hacia el final y está basado en un muñeco de trapo que encontré de la década del ‘70. Entonces le pedí al prompt que genere un personaje estilo Disney de aquella década con esas características: pelado, pantalón de jean, camisa a cuadros blanca y azul, sobre un fondo blanco haciendo distintas cosas. 

Lo que me interesa de la inteligencia artificial es lo que propone en el mundo, cómo nos va a modificar la percepción a partir de ahora y cómo en el futuro cercano quizás no importe si detrás de una imagen hay una persona o una máquina. Y, además, cómo va a manipularnos en la discusión. Hoy la discusión está sumamente ‘algoritmizada’, ya sea en política o en general, en nuestra relación con la realidad y los medios de comunicación.

Para otro campo artístico, el cine, hablamos con Carlos Sorín (1944). Ya saben, director multipremiado y reconocido por películas como “Historias Mínimas”, “Bombón, el perro”, “Joel”, “El cuaderno de Tomy”, entre otras. 

El primer contacto con Sorín es gracioso y ya nos habla de alguien que habla sobre un tema que sabe. Luego del correspondiente saludo cordial y el pedido de entrevista, del otro lado de WhatsApp una respuesta claramente automatizada responde: “Hola! ¿Cómo estás? Claro que sí, estaré encantado de responder a tus preguntas. Me parece interesante que escribas para una revista de la Patagonia. ¿Qué tema específico te gustaría abordar en la entrevista? ¿Es sobre mi trabajo como director de cine, mi relación con la Patagonia o algo más? Estoy listo cuando tú lo estés. ¡Adelante!”. 

Si hacía falta romper el hielo, esa respuesta daba el pie perfecto para comenzar a hablar. “El que te respondió primero es el Meta GPT, el programa de IA que responde automáticamente los WhatsApp que recibo”, explicó Carlos. “Es mucho más cordial que yo” (risas).

¿Cuándo comenzaste a utilizar la inteligencia artificial?

Yo comencé a utilizar la inteligencia artificial en una instancia muy elemental, fue con la versión de ChatGPT 3 de OpenAI. La empecé a utilizar para trabajar en el guión como un asistente. La gran ventaja es que las charlas que vos podés tener con la inteligencia artificial diariamente sobre el relato recuerda lo del día anterior. Es decir, no tenés que volver a empezar desde cero. Incorpora las cosas que vos le decís y las observaciones o ideas que larga ya tienen un pasado que está incorporado. 

Al principio es demasiado correcto. Todas sus respuestas son muy convencionales y muy correctas. Tanto referidas a la estructura como referidas a una situación dramática en particular. Está hecho eso para no tener conflictos, está programado así. Pero si vos lo apretás un poco empieza a dar otras ideas que son interesantes, hay que empujarlo.

De 10 ideas tal vez 9 son totalmente convencionales y descartables, pero tal vez hay una que no. Lo bueno es que ese ida y vuelta es rapidísimo, y podés tener información sobre cualquier cosa.     

¿Cómo utilizás las herramientas de IA en tu proceso de trabajo?

Estoy utilizando la inteligencia artificial en la edición con un programa que es soberbio, se llama Da Vinci, y tiene IA incorporada en todo lo que hace al sonido. Te permite restaurar, no sólo limpiar el sonido de fondo, es una maravilla. 

Topaz es otro. Una aplicación para trabajar la imagen y la mejora, mejora el foco. Yo ahora como trabajé con los teléfonos (nota del redactor: su última producción la filmó con 3 teléfonos de alta gama), con tres cámaras, y hay algunas situaciones que el foco no está perfecto definido. Ahora lo vamos a empezar a trabajar con la inteligencia artificial para que el foco sea mucho más neto. Esto ya funciona y están llegando cada vez a más aplicaciones que trabajan la imagen.

Se abren una cantidad de posibilidades enormes, desaparecen muchos oficios y por ahora no el de director. Y por supuesto que se abaratan los costos. Yo creo que podés hacer una post producción en sonido de un largometraje con 10 veces menos costos que lo que sería con una post producción convencional. La imagen mucho más todavía.

Para Sorín, el autor todavía está. Es el que hace el pedido a la máquina, el que “aprieta”, el que toma la decisión de qué elementos propuestos por la IA quedan y cuáles no. 

En este contexto, Legón explica el rol del artista así: “Lo autoral no sé hasta qué punto va a importar, no sé a quién le va a importar. Tampoco lo veo como un problema. Creo que el problema es la chatura o la falta de interés, que nada conmueva, que todo sea tan veloz y tan rápido y que poco importe. No me interesa tanto la inteligencia artificial como un problema estético sino más bien como una cuestión de dimensión humana-política, cómo nos vamos a relacionar nosotros como especie, con algo que aprende de nosotros y que nos va a manipular o que tiene el potencial de manipularnos”. 

El futuro abre muchos interrogantes en relación a la IA. Sorín habla de una caja de Pandora que no sabemos con qué nos vamos a encontrar. Los pronósticos de los especialistas tienen todos los sabores: van desde los más catastróficos a los más optimistas. Y es posible que todos tengan razón. 

“Yo creo que al menos en este periodo de Prehistoria de las IA, lo que hay que hacer, es usar la inteligencia artificial como herramienta, como un asistente”, explica Sorín. “Viví la etapa del pasaje de los analógico a lo digital. Cuando llegó la digitalización a la edición yo podía probar cosas que antes no lo hacía por el trabajo y los costos que implicaba”. 

“Aprovechemos este estadío porque me parece que es un asistente de lujo, tremendamente económico, tremendamente rápido y eficaz. Uno empieza a pensar en cosas que habitualmente no pensarías porque te provoca, te abre posibilidades, te abre la mente”, explica Sorín. 

O dicho de otra manera: la tecnología también puede ser utilizada para provocarnos, cuestionar y correr el velo de lo establecido.  

Escrito por:

NICOLÁS PICCOLI

Periodista

(*) Periodista y consultor especializado en medios digitales y tecnología. Trabajó en organizaciones como Clarín, Diario Río Negro, Agencia Télam y Ciudad Internet. Como consultor, asesora a medios digitales de América Latina a impulsar sus productos periodísticos. Escribe de manera -casi- regular en su newsletter: nicopiccoli.com/newsletter.

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