La frase de Lacan “La mujer no existe” tuvo diferentes repercusiones en el mundo psi, pero también las tuvo en ciertos movimientos feministas que de algún modo veían en esa frase marcas del machismo y del patriarcado. Hay diferentes interpretaciones sobre lo que Lacan quiso decir, tal vez no exista una única verdad al respecto, pero me parece que en sus textos se puede notar que está haciendo referencia a cierta singularidad, a cierto goce particular que va más allá de lo universal. Hay una lógica que no es la lógica fálica, que no responde al todo y la excepción, hay una lógica No Todo que remite al goce femenino. De allí pensar que no existe LA mujer, como categoría universal, sino y ésto es algo que me animo a decir yo, existen Mujeres, distintas, diversas, imposibles de reducir en una universalidad que responda qué es una mujer.
En nuestra sociedad se han generado mandatos que intentan responder a esa pregunta imposible de responder, entonces en la época victoriana se caracterizaba por “prohibiciones y reprimir la sexualidad” que se traducía en la mujer, en cómo debía comportarse, cómo debía vestirse, etc. En la época actual estos mandatos se han modificado, teniendo bastante más pregnancia la imagen, a cómo debe verse una mujer. Si bien existen estos mandatos sobre la imagen, también siguen habiendo otros mandatos sobre cómo debe ser una madre, una mujer trabajadora proactiva, siendo que La mujer (la cual sostengo no existe) debe ser la mejor en todo, en su rol como madre, en su rol como trabajadora, etc. Está claro que los mandatos son para ambos sexos, no es una cuestión de un género particular, pero las resonancias que tiene sobre los cuerpos de las mujeres tiene otra porosidad que al menos a mí me parece importante señalar. Si bien la violencia del mandato no discrimina género, considero que las mujeres han sido sometidas por un discurso Amo que tiene otras consecuencias. Sólo por ese motivo, hago una pequeña distinción sobre el género y no para seguir abriendo una brecha opositora o binaria sobre los géneros, sino más bien para visibilizar que la inexistencia de un universal sobre lo qué es una mujer va de alguna manera a contrapelo de un discurso segregativo y universalizante.
Las mujeres están expuestas a una mirada crítica sobre sus cuerpos, si son delgadas, gordas, si tienen pelo o si no lo tienen, si se pusieron una pollera “demasiado” corta o si se visten como “mojigatas”. La violencia estética a la cual están sometidas las mujeres para cumplir con cierto prototipo de belleza supone un riesgo para la salud psíquica y física que pocas veces es sopesado a la hora de hacer “bromas”, críticas o de dar opiniones sobre el cuerpo de una mujer. La bulimia, la anorexia, como también algunas consecuencias por malas praxis de cirugías estéticas, son algunos claros ejemplos de aquello a las cuales están sometidas para sostener cánones de belleza imposibles.
Hace un tiempo hubo un suceso que de algún modo refleja las repercusiones de la violencia estética y lo que considero sobre la porosidad antes mencionada. La entrega de los premios Oscar y la cachetada que le dio el actor Will Smith a Chris Rock, luego de que este último hiciera una broma comparando la cabeza rapada de Jada Pinkett Smith con el personaje de Demi Moore en la película G.I Jane, creó un revuelo mediático, poniendo el foco en la violencia de Will Smith dejando en evidencia lo invisibilizado que se encuentra hoy en día la violencia estética sobre las mujeres. Me parece importante señalar algo que no es menor, esta broma fue realizada a una mujer y que a su vez es negra. La mujer negra históricamente ha estado en desventaja por sobre la mujer blanca y los tratamientos a los cuales se someten para tener el cabello como la mujer blanca no es una novedad. Sin embargo, actualmente aún a sabiendas de todo esto, se hizo una broma sobre la calvicie de una mujer que sufre de alopecia, que si bien puede ser producto de una enfermedad autoinmune también puede ser causada por la utilización de productos de cabello como así también por tener el pelo tirante y recogido todo el tiempo. La violencia hacía la mujer afrodescendiente es un tema que ha sido tabú y que se ha invisibilizado por mucho tiempo, reproduciendo de este modo los modelos hegemónicos y ejerciendo violencia simbólica. Esta “broma” reproduce un modelo estereotipado de belleza y las consecuencias de estos “chistes” son callados y muchas veces las mujeres “no dicen nada”. El rostro de Jada frente a la broma dice lo que no pudo poner en palabras. Tal vez el hecho que sea otro hombre quien haya reaccionado frente a esto, el que tenga que poner un límite a esa violencia ejercida sobre Jada, puede ser un claro ejemplo de “lo silenciadas” que aún hoy en día se encuentran. Me pregunto ¿qué hubiese pasado si no hubiese existido esa cachetada? ¿Se estaría hablando de la violencia que recibió Jada? Cabe preguntarse ¿hasta cuándo nuestros cuerpos van a ser juzgados? ¿Por qué se sigue reproduciendo violencia estética? Retomo el término “visibilizar” ya que permite que estas violencias silenciosas que producen efectos sobre la salud mental y las subjetividades sean tenidas en cuenta a la hora de realizar un análisis. Tal vez sea tiempo que la broma, apoyada sobre un discurso segregativo y desde un modelo hegemónico sobre lo qué es una mujer y sobre los prototipos de belleza, se empiecen a criticar. Estoy utilizando el término crítica como la actividad de discernir, de poner en cuestión, de poder hacer alguna pregunta frente a ciertos imperativos epocales.
El cuerpo de la mujer fue “producido” por prototipos de belleza que fueron modificándose con el tiempo. En esta sociedad posmoderna los cuerpos son tratados como mercancías, consumidos por la imagen. La exigencia sobre los cuerpos de las mujeres refleja el impacto de ese mandato de perfección que es un imposible de realizar, donde toda “posible falla” es taponada, es borrada y silenciada. Los filtros en Instagram, los programas de PhotoShop, borran las arrugas, granos, celulitis, marcas sobre los cuerpos, para dar una imagen “ideal” que no es real.
Existe un arte japonés tradicional que se llama “Kintsugi” que consiste en reparar piezas de cerámica rotas. Lo curioso de esta técnica es que el pegamento que se usa es de color dorado, resaltando así las grietas que hubo en algún momento. Se podría decir que en vez de disimular la imperfección se la resalta, dando como resultado una pieza de cerámica hermosa con sus fisuras y grietas. Esta práctica está relacionada con la filosofía wabi sabi que remite a una aceptación de lo transitorio, de lo imperfecto e incompleto. De este modo pienso que si la mujer ideal no existe, el cuerpo ideal no existe, sino existen distintas mujeres, imperfectas, con sus fallas, con sus arreglos, ¿no sería tiempo de aceptar las fisuras, de que no existe una mujer TODA, completa, sin falla? ¿No es momento de que se acepte que no existe una respuesta universal sobre lo qué es una mujer?
Nota escrita por: Ayelén Puppo | ilustrada por: HEBE H