Testimonio de lo propio
Columna por Julieta Anaut
Testimonio de lo propio
Columna por Julieta Anaut

Dentro del campo del arte contemporáneo, a partir de los años 60 y 70, artistas feministas y artistas que trabajaron a través del cuerpo han planteado grandes cambios en el modo de pensar la corporalidad y utilizarla en las producciones artísticas. La autorreferencialidad se vuelve clave en estas luchas.

Son muchas las ideas, las luchas y los cuestionamientos que se desprenden desde el arte feminista, desde revisar la historia del arte y evidenciar su estructura hegemónica patriarcal, incorporar nuevos discursos vinculados al cuerpo, poner énfasis en los aspectos de producción que incluyen la sororidad o las prácticas colaborativas entre mujeres, la apropiación con sentido reivindicatorio, el activismo, irrumpir en la escena y hacer público lo privado, entre otras estrategias del arte y del feminismo.

De todos estos aspectos, el que más me ha interesado personalmente, por cuestiones de afinidad con mi producción, fue el de los nuevos discursos que se generaron a partir de la intención de autorrepresentación. Es decir, cuando comenzó a entenderse el autorretrato, la autobiografía, la utilización del propio cuerpo, como un modo diferente del quehacer artístico y una herramienta más que adoptaron las artistas para hablar de la identidad propia.

Pero fue la autorreferencialidad en manos de las mujeres lo que ha sido verdaderamente heroico, y no el formato en sí mismo de lo autobiográfico o el autorretrato, que existe desde épocas tan antiguas, pero como todo arte estaba reservado para “los grandes genios”. El cambio comenzó cuando las mujeres comenzaron a mostrarse a sí mismas de la manera en que querían y no de la forma en que debían ser vistas o como simples modelos de perspectivas ajenas. Cuando las mujeres comenzaron a mostrarse según sus propios deseos y no según los deseos de una mirada masculina. Cuando las mujeres dejaron de ser “pintadas” por los hombres.

A partir de los años 60 y 70, el cuerpo comienza a interpretarse por las artistas como un campo de batalla, un lugar donde se materializan las luchas y los esfuerzos, como una herramienta eficaz para la visibilización de situaciones de opresión sistemática. Comienzan a presentarse visiones particulares acerca del cuerpo, haciendo nuevos aportes y ayudando a desmantelar los discursos masculinos sobre los cuerpos femeninos que durante tanto tiempo dominaron la escena artística.

En relación a este tema, me gusta retomar la idea de Lynda Nead cuando dice que “Si la historia del desnudo femenino es definida como la representación de mujeres en el patriarcado, el arte feminista ha tratado de desvirtuar este poder, afirmando el derecho a la autorrepresentación. Los resultados de este trabajo han sido no sólo exponer las omisiones y ausencias perpetradas dentro de la tradición dominante, sino también hacer visibles nuevas subjetividades femeninas mediante los media de las artes visuales.” (NEAD, 1998, pág. 102)

El campo de lo autobiográfico cobra una importancia diferente en relación a las mujeres y se transforma en una herramienta para los movimientos feministas y sus intentos por traspasar las fronteras entre lo privado y lo público. El ámbito de lo público no era un terreno permitido para las mujeres y tampoco había lugar destinado a la expresión de las vivencias propias, ni para la comunicación de las emociones. Por eso, comenzar a hablar de cuestiones personales fue un modo de superar estas limitaciones impuestas, logrando representaciones comprometidas afectivamente y testimonios relacionados con lo íntimo y lo privado de la vida de las mujeres.

Sobre esto Susana Carro Fernández expresa: “Al hacerse público, lo privado diluye la coraza con la que lo personal quedaba salvaguardado de toda crítica. El arte feminista da un nuevo paso: lo cotidiano ha de ser expuesto abiertamente, ha de transformarse en objeto estético, en categoría pública, para así evidenciar la represión ejercida sobre la mujer en todos los ámbitos de su vida.” (CARRO FERNÁNDEZ, 2010, pág. 93)

El tema de la autorrepresentación se vuelve importante y necesario, para poder exponer en primera persona las experiencias particulares de las mujeres y disidencias, mostrando los cuerpos de maneras alternativas, alejadas no sólo de las representaciones artísticas en relación a la mirada masculina que abundan en la historia del arte occidental, sino también para contrarrestar desde el arte todos los tipos de representación del cuerpo de mujeres que circulan en todas las esferas, como en publicidades y medios masivos de comunicación, que responden a estándares hegemónicos y modelos estereotipados.

Me resulta interesante cómo Josefina Alcázar explica que “en el momento en que una mujer pretende presentar su autobiografía, establece una actitud transgresora pues afirma que posee autoridad cultural y artística para llevarla a cabo. […] En su cuerpo y por medio de su cuerpo expresan su realidad, convirtiendo el cuerpo en un sitio de creación y liberación.” (ALCÁZAR, 2014, pág. 137)

Lo autobiográfico se transforma en transgresión, porque se trata del difícil ejercicio de aprender a narrar lo propio, más aún para las mujeres, para quienes este tipo de formas expresivas no estaban permitidas. Una vez iniciado este camino, se abre la posibilidad de producir obras con una fuerte presencia del yo, para encontrar allí un poder de transformación, en el sentido de autoafirmación.

Lo autobiográfico se transforma en transgresión.

Julieta Anaut – Artista Visual

A partir de ese punto de giro, multiplicidad de mujeres comenzaron a representarse en toda su diversidad, cada cual mostrando sus intereses y contextos particulares, muy lejos ya del clásico desnudo femenino que caracterizó la historia del arte. Particularmente por mi relación con la fotografía y el video, me han interesado las obras de artistas que han utilizado su propio cuerpo frente a la cámara y su biografía como fuente de inspiración en sentido amplio para crear discursos que involucran sus historias personales. Siempre me sentí atraída por las obras de artistas pioneras del feminismo que comenzaron a producir sus obras en los 70, como Cindy Sherman (estadounidense), Mary Beth Edelson (estadounidense), Martha Rosler (estadounidense), Orlan (francesa) y Ana Mendieta (cubana), sólo por nombrar algunas. Posteriormente, también a nivel internacional se encuentran Francesca Woodman (estadounidense), Shirin Neshat (iraní) y Mariko Mori (japonesa). Más hacia la actualidad y a nivel latinoamericano, en esta línea se hicieron presentes Ana de Orbegoso (peruana), Cecilia Paredes (peruana), Tatiana Parcero (mexicana) y las argentinas Nicola Costantino, Fabiana Barreda y Flavia Da Rin, entre otras.

Mary Beth Edelson

Cindy Sherman

Francesca Woodman

Orlan

Shirin Neshat

Ana Mendieta

Mariko Mori

Martha Rosler

(Deslizá para ver mas)

Todas ellas y muchas otras artistas más, utilizaron su cuerpo como materia de creación, incorporando una perspectiva de género y haciendo uso de las nuevas formas dentro del arte contemporáneo como la performance y los nuevos medios, ocupando un lugar en la esfera artística de manera rebelde. Pusieron en marcha recursos como la puesta en escena, la fotografía intervenida, fotomontaje o collage, la escritura sobre el cuerpo, la utilización de vestuarios y anexos al cuerpo, la foto-performance y el video-performance, la cita y la apropiación.

Gracias a estas búsquedas podemos expresarnos y pensar que cada voz es única. Porque a través de una impronta autorreferencial, se puede hacer valer lo personal como un tema y un discurso a ser contado, con la importancia suficiente como para merecer exhibirse. Es una forma de abrirse un lugar en el campo del arte para contar la vida, la intimidad, los deseos, los miedos o los pensamientos, que hasta ese momento parecían no tener valor. También para cuestionar o compartir la domesticidad, la maternidad y tantas otras cosas asociadas al mundo de las mujeres. De esta manera se pudieron tomar las riendas de la imagen personal, de nuestros anhelos y hasta de nuestras deidades.

En síntesis, estas obras me sirven como referencias constantes, en el trabajo y en lo personal, por el desafío que evocan. Por eso, este escrito no es desde la teoría, si bien he estudiado estos temas y a estas artistas. Este texto es más que nada desde la experiencia concreta de mi trabajo en el arte y desde la satisfacción que me da, por pequeño que parezca, el hecho de saber que hablar de nuestras problemáticas es un beneficio que se ha ido logrando gracias a tantos años de lucha de muchísimas mujeres. Cuando me representé a mí misma en la piel de personajes femeninos literarios, históricos, mitológicos o legendarios. O cuando retraté a mis amigas y a otras mujeres cercanas, en esa mirada que va de mujer a mujer. Igualmente en relación a la naturaleza, en personajes como la Madre Tierra o protagonistas de leyendas de flores nativas, retomando narraciones que vinculan mujeres, credos, arte y naturaleza, acercándome también a ideas del ecofeminismo.

hablar de nuestras problemáticas es un beneficio que se ha ido logrando gracias a tantos años de lucha de muchísimas mujeres.

Julieta Anaut – Artista Visual

Lo que encuentro más valioso es que a través del ejercicio del arte podemos experimentar las variadas formas en que nos imaginamos y luego, desde allí, lograr ser verdaderamente. En las imágenes también podemos afirmarnos, podemos hacernos fuertes para luego afrontar la vida real. Cuando pensamos en representarnos, en mostrar nuestro cuerpo, somos libres de preguntarnos: ¿Cómo nos imaginamos nuestro cuerpo? ¿Unido a donde? ¿Aliado a qué? ¿Rodeado de quién? ¿Mezclado con qué? ¿Vestido cómo? ¿Con qué textura? ¿Con qué tamaño? ¿Haciendo qué cosa? Las libertades halladas en las creaciones pueden ayudarnos a vislumbrar lo posible. También lograr la visibilidad que merecemos. El arte, que tiene la mágica tarea de colaborar con nuestras más profundas necesidades, es una vez más una gran herramienta de enunciación, para hacernos presentes, para darnos las imágenes que más nos representen. Las que evoquen verdaderamente nuestros sentimientos y pensamientos, las que nos permitan hablar con las palabras más propias, una tarea que en general no ha sido nada fácil para las mujeres. 

Las libertades halladas en las creaciones pueden ayudarnos a vislumbrar lo posible.

Julieta Anaut – Artista Visual

Bibliografía citada:

  • ALCÁZAR, J. (2014). Performance, un arte del yo. Autobiografía, cuerpo e identidad. México: Siglo XXI Editores.
  • CARRO FERNÁNDEZ, S. (2010). Mujeres de ojos rojos. Del arte feminista al arte femenino. Gijón: Ediciones Trea.
  • NEAD, L. (1998). El desnudo femenino. Arte, obscenidad y sexualidad. Madrid: Editorial Tecnos.

Escrito por:

JULIETA ANAUT

Colaboradora Revista CUAD

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