Pluribus o el virus de la felicidad
Reseña por Verónica Bonacchi
Pluribus o el virus de la felicidad
Reseña por Verónica Bonacchi

La nueva serie de Vince Gilligan, disponible en Apple TV+ con una primera temporada de nueve episodios, convierte la felicidad obligatoria en metáfora de nuestra vida digital. Entre la ciencia ficción existencial y la parábola filosófica, "Pluribus" interroga la uniformidad que imponen los algoritmos y las redes sociales, y plantea que la diferencia, incluso con tristeza y malhumor, es la única forma de libertad.

La ciudad, el mundo entero, respira como un solo cuerpo. Todo se mueve al mismo ritmo, como si la vida hubiera sido editada para eliminar los claroscuros. En "Pluribus", la nueva serie de Vince Gilligan estrenada en Apple TV+ en noviembre de 2025, existe esa armonía. Un virus extraterrestre que conecta las mentes en una conciencia compartida, acaba de infectar a todos, a casi todos: esa enorme mayoría siente lo mismo, piensa lo mismo, sabe lo mismo. Puede parecer un paraíso, como si todos vieran el lado “like” de la vida. Pero es un espanto.  

Un niño de 9 años domina la ciencia y la medicina; la chica que atendía hasta ayer en el local de comida rápida es capaz de pilotar un avión; todos pueden hacer todo, siempre con eficacia y una sonrisa. Lo más inquietante no es la ficción que plantea la serie sino la metáfora que esconde: la lógica de los algoritmos y las redes sociales, con sus posteos de situaciones siempre exitosas y agradables, que tienden a mostrar el lado amable de la vida, se convierte aquí en condición vital. La tristeza desaparece, la diversidad se convierte en anomalía. La felicidad -eso parece decir Pluribus- puede ser una condena.  

En ese mundo, Carol Sturka —interpretada por Rhea Seehorn, la inolvidable Kim Wexler de “Better Call Saul”— es inmune. Carol es una novelista exitosa, creadora de una saga fantástica que vende mucho pero que a ella no le da ningún orgullo; es una mujer desencantada, y cínica que odia a sus fans que hacen largas colas para que ella les firme un ejemplar. De base y aún en un mundo no infectado, Carol es poco dada a la sonrisa. En el mundo tal como se ve en la serie, es peor. Pero no está sola: existen otras once personas que tampoco han sido alcanzadas por el virus. La diferencia es que para ellos la armonía es aceptable. Tienen hijos, parejas ya infectadas, o deseos que los llevan a anhelar esa uniformidad. “No está mal”, se repiten, como adictos a un estado sin fisuras, a una era de hermandad zen. Carol, en cambio, se resiste, quiere su malhumor, sus desánimos, todas sus bajezas. Su desgracia personal —la imposibilidad de fundirse en ese “nosotros”— la convierte en testigo incómodo de la pérdida de la libertad. Parece la mujer gruñona que cualquiera querría evitar.  

La palabra pluribus viene del latín clásico y es el ablativo plural de plus, que significa “más, en mayor número”. Su raíz indoeuropea, pleos, vinculada con la idea de “llenar”, revela cómo el término se asocia desde sus orígenes con abundancia y multiplicidad. La célebre fórmula "E pluribus unum" (“de muchos, uno”),  es una muestra de la tensión entre diversidad y unidad, una síntesis que ha atravesado siglos de uso político y cultural.

La expresión aparece por primera vez en el poema Moretum, atribuido a Virgilio, y describe cómo distintos ingredientes se funden en un solo color. Siglos más tarde, en 1776, el lema fue adoptado por el comité del Gran Sello de los Estados Unidos como símbolo de la unión de las Trece Colonias, con un guiño deliberado en sus trece letras. Aunque en 1956 fue reemplazado oficialmente por In God We Trust, E pluribus unum sigue grabado en monedas y documentos, como recuerdo de una memoria de mezcla, fusión y pertenencia.

La serie intensifica esa tensión del término con escenas geniales. En el segundo episodio, “Chica pirata”, por ejemplo, Carol desata su ira ante ese ánimo imperturbable y anestesiado de los felices, pero provoca una catástrofe: la conexión entre las mentes infectadas convierte su emoción en un desastre colectivo. Miles, quizás millones, mueren como consecuencia de su rabia. Y ahí reside uno de los muchos puntos fuertes de la nueva serie del creador de “Breaking Bad”: la libertad necesita de la tristeza y el conflicto, pero cada vez que esa diferencia se expresa, el mundo se desmorona. Los muchos, son uno. 

Con su tono agridulce, "Pluribus" se inscribe en una tradición que convierte la utopía en una verdadera pesadilla. Desde "La invasión de los ladrones de cuerpos" hasta "Black Mirror", la ficción ha mostrado que la perfección puede ser opresiva. Gilligan aporta un matiz nuevo: la amenaza no surge de la violencia ni del control político, sino del consenso. La verdadera resistencia consiste en preservar la singularidad, aunque eso implique la soledad y el dolor.  Eso hace Carol, una heroína malhumorada que no cree en esas máximas del bienestar que martillan para que todos seamos felices las 24 horas de los 7 días de la semana, y además exitosos, y con la piel tan lisa como los filtros de las cámaras lo permitan.  

Gilligan se formó como guionista en un clásico de los años 90: "Los expedientes secretos X", con los inolvidables agentes Mulder y Scully y sus historias que buscaban la verdad “allá afuera”. Escribió episodios memorables como “Je Souhaite”, en el que dos hermanos encuentran a Jenn, una genio que concede tres deseos. Al usarlos, los resultados son trágicos: uno pide ser invisible y muere atropellado; el otro pide que vuelva a la vida y regresa como un cadáver parlante. Una versión atroz del clásico dicho: “cuidado con lo que deseas…” Luego, con "Breaking Bad" y "Better Call Saul", exploró el dilema ético de la supervivencia a cualquier precio y su nombre se transformó en garantía de calidad y grandes historias. 

Ahora, Gilligan hizo un triple salto mortal. Se alejó por completo del narco noir, y del drama legal existencial de dos perdedores incorrectos, para apostar por una ciencia ficción desesperada que se pregunta por lo que somos y por aquello en lo que podemos estar convirtiéndonos. "Pluribus" no se obsesiona con avances tecnológicos ni con escenarios futuristas, sino con la condición humana desnuda.

Ahí está Carol, con su campera de cuero amarilla y su cara de pocos amigos, mostrándole al mundo su cara infeliz, dando rienda suelta a toneladas de descontento, defendiendo la diferencia, incluso la ira. No tiene una batalla fácil por delante (los capítulos se agregan de a uno por semana hasta llegar a los 9), ni Gilligan la planta ante nosotros como una heroína inmaculada. Al contrario, puede ser brutal, egoísta, despectiva, empecinada. 

Una, entre muchos. No es poco: hay esperanzas.  

Escrito por:

VERONICA BONACCHI

Jefa de Redacción Revista CUAD

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