Daniel Binelli tenía 23 años cuando ingresó a la orquesta de Osvaldo Pugliese, que a esa altura ya era legendaria y se le abrió todo un camino por delante. Mucho tiempo después formaría parte del sexteto de Astor Piazzolla. Pero en el medio, su bandoneón había participado en grabaciones de grupos de vanguardia en la música argentina como Generación 0 y el grupo Alas. Tiene 78 años y esas temporadas, rompiendo los moldes del género tanguero, marcaron de alguna manera su camino musical. “Creíamos que el bandoneón podía ser parte de otras estéticas y géneros”, dice el músico que empezó a tocar a los nueve años, impulsado por su madre que le enseñaba solfeo de niño y su padre, un mecánico aficionado al tango que le compró el fueye.
Hace cinco años que el músico, compositor y arreglador, vive en Valencia, España, donde fundó con su pareja Polly Ferman (directora de sus propios grupos y pianista de su quinteto), una sede de la Academia Nacional del Tango. Desde allí gira por el mundo. En unas horas lo espera un viaje corto a San Pablo, donde tocará con su quinteto, a beneficio de una fundación que ayuda a chicos con cáncer. A la vuelta regresará a Buenos Aires para viajar hasta General Roca, como invitado del 22º Festival Internacional de Percusión, organizado por Fundación Cultural Patagonia. El encuentro musical que se realizará entre el martes 25 y el sábado 29 de junio; y el domingo 30 de junio en Cipolletti, tendrá artistas de Estados Unidos, Japón, Brasil, México y Uruguay, que brindarán conciertos y clases maestras.
Daniel Binelli, es una de las figuras del festival. Llega precedido por una historia grande dentro del tango de vanguardia de los setenta y los ochenta. Tras formar parte del último Sexteto de Astor Piazzolla, su proyección fue internacional y se transformó en otro heredero de su sonido. Con su quinteto acompañó a la cantante italiana Milva en giras por Japón, Europa y América, y grabó el disco «Milva, el tango de Astor Piazzolla”. También participó en un registro de obras de Piazzolla junto al vibrafonista de jazz Gary Burton en la década del noventa, y fue parte de la Dizzy Gillespie Orchestra, dirigida por el saxofonista Paquito D’Rivera. Desde entonces no para de viajar y componer, a pedido para orquestas y ensambles de diferentes partes del mundo.
El martes 25 se presentará con su bandoneón, junto a Laura Covicchi (violonchelo) y el grupo Percusión FCP, integrado por Ángel Frette (director del festival), Fabián Poblete, Lisandro Parada y Jerónimo Molina, para el estreno mundial de “Pasión latina”, una pieza inédita para violonchelo y percusión. “La obra será grabada en la Patagonia y me sirve de plataforma también para proyectarla al mundo. Es una composición de ocho minutos muy intensa por el rol que tienen los instrumentos de percusión. También es una combinación que me resultó interesante. La inclusión del bandoneón dentro de esta maroma de instrumentos de placas y el violonchelo, le da un sonido muy particular. De toda la investigación que hice no encontré nada parecido entre esta fusión del bandoneón con un ensamble de percusión de estas características”, dice el músico.
El viernes 28, el bandoneonista volverá a presentarse, pero en esta ocasión como solista junto a la Orquesta Sinfónica FCP, dirigida por Fabricio Danei, donde dos composiciones suyas formaran parte central del repertorio: “Metrópolis” y “Peludio y candombe”, que grabó con la Sinfónica de Montevideo en el Teatro Solís, ambas composiciones donde el tango respira con pulso contemporáneo, una seña de identidad de la música de Daniel Binelli.
“Compongo mucha música sinfónica y de cámara hace bastante tiempo. Es una de las cosas que me mantiene en actividad. Lo otro es viajar por diferentes países. En el mes de julio, viajo con Polly Ferman a China para una presentación con orquesta sinfónica y obras que tienen que ver con el tango no solamente tradicional sino con ese tango de vanguardia más evolucionado y con mucho más condimento armónico y estético”, dice el músico, ganador en 1995 del premio Konex a mejor instrumentista de tango.
Con el paso de los años, el Binelli compositor fue ganando terreno. Su interés por el desarrollo de obras sinfónicas y de cámara convive junto a piezas con un acento tanguero más cosmopolita. En ese cruce de escuelas el músico fue encontrando un estilo personal. Su bandoneón tiene un sonido contemporáneo, que puede respirar con la misma pulsación acelerada de ciudades como Buenos Aires o Nueva York, o que en su fraseo, -las variaciones, la forma de articular las notas, la tensión dramática-, define el trazado complejo de las sociedades modernas
– ¿Cómo reparte ese trabajo presentándose como solista junto a sinfónicas, su labor en el quinteto, o haciendo arreglos para otros músicos?
– Hace mucho tiempo que encontré la posibilidad de explorar facetas muy diferentes. Me desdoblo bastante. Es un desafío permanente porque uno tiene que mantenerse activo desde el punto de vista técnico. Hay mucha exigencia y además eso permite que uno se mantenga joven en lo que hace, porque de eso se trata. Esto es muy pasional. Para mí el único sentido de subir arriba de un escenario es poder emocionar a la gente y poder brindarle un mensaje, que puedan disfrutar y que puedan sentirse realmente bien. De eso se trata la música.
Para mí el único sentido de subir arriba de un escenario es poder emocionar a la gente y poder brindarle un mensaje, que puedan disfrutar y que puedan sentirse realmente bien. De eso se trata la música.
Daniel Binelli
-¿Qué impacto tuvo en su vida musical formar parte de la orquesta de Osvaldo Pugliese?
-Estar en una orquesta de esta naturaleza a uno lo coloca profesionalmente. Tenía 23 años y podía vivir de la música en Buenos Aires. No era sencillo porque además en esta época estaba vigente la tremenda invasión que hubo del Club del Clan con la música foránea que invadió todo, entonces el tango se recluyó un poco. La orquesta de Pugliese en esa época ya no tocaba para los bailes y yo agarré una etapa muy interesante en lo instrumental y desde el punto de vista intelectual. A mí me ayudó a completar mis estudios de composición. Pugliese me enseñó a seleccionar el repertorio y hacer mis arreglos. Yo hice varios arreglos para la orquesta al lado de él, como “Evaristo Carriego”, “De puro guapo”, y “Tinta roja”, entre otros. Además estábamos trabajando en grupo, donde había otros músicos que escribían, entonces eso me ayudó a progresar. Durante catorce años fue una de mis grandes escuelas.
– En los setenta participó de dos agrupaciones clave como Alas y Generación 0. ¿Piensa que siguen sonando modernas y atrevidas musicalmente?
– Esa época de Alas a la distancia, fusionando tango y rock, sigue siendo vanguardia. Fue una agrupación muy fuerte. El último disco lo grabamos en vivo en el ND Teatro hace varios años. Cuando recién aparecimos un sector importante de los músicos jóvenes se interesaron mucho por nosotros. La gente todavía se acuerda de esos discos y conciertos. Con Generación Cero, pasó algo parecido. Ahí estábamos con Rodolfo Mederos y Juan José Mossalini, en la linea de bandoneones y se dejó un trabajo que es un ejemplo de cómo se puede hacer música con el bandoneón, no pensando solamente en el tango, sino en otras estéticas. A partir de ahí se empezó a popularizar esta idea que se podían tocar otras cosas con el bandoneón. Eso fue muy lindo porque con el tiempo este trabajo permitió que muchos chicos de ahora por ahí toquen con el bandoneón música de Spinetta, o Charly García. Esa era nuestra idea cuando empezamos con esos grupos.
– Hablamos antes de Pugliese, pero sin duda su trabajo con Piazzolla en el sexteto, también fue un antes y un después como músico. ¿Cómo era tocar con Astor?
– Sentía que la música cobraba sentido con él, porque era un hombre muy pasional y además un creador y trabajador incansable. Tiene más de dos mil obras escritas. Además era muy generoso. Con el sexteto viajábamos todos en primera y vivíamos en hoteles de cinco estrellas, eso no lo hace nadie. Él quería eso con sus músicos porque cuando él adoptaba a un músico para tocar era porque estaba convencido y sabía que iba a rendir para su música. Cuando eso no ocurría se armaba.
Cuando Piazzolla adoptaba a un músico para tocar era porque estaba convencido y sabía que iba a rendir para su música. Cuando eso no ocurría se armaba.
Daniel Binelli
– Después de participar en tantas grabaciones y conciertos, ¿qué le interesaría que quede como legado de su trabajo?.
– Yo soy un músico libre. Uno evoluciona de una manera, pero eso tiene un costo porque a medida que te haces más intelectual, o buscas nuevos lenguajes, tenés menos posibilidad de entrar a otros circuitos, pero uno lo hace porque lo siente en el alma. En la vida uno tiene que dejar algo, eso es todo, aunque de pronto nadie se acuerde, pero siempre está la ilusión de perpetuarse a través de una obra. Me importa dejar algunas cosas escritas y que alguien quiera en algún momento grabarlas. Mi nieto Camilo, por ejemplo, toca clarinete, saxo, piano, es un multi instrumentista muy bueno. De chico lo orienté. Hoy tiene 20 años, toca en la Banda Municipal, da clases en el conservatorio, estudia mucho, y puede vivir de esta vocación. La música seguirá en la familia.
Escrito por:
Gabriel Plaza
Periodista y curador de música
Como periodista se desempeñó como crítico de música y redactor en el Diario La Nación (Buenos Aires), desde 1996 hasta 2019. Colabora con Revista Ñ (Clarín), Infobae, ElDiarioar, entre otros medios. Es co-fundador de la Red de Periodistas Musicales de Iberoamérica (REDPEM) junto a Humphrey Inzillo, Jaime Monsalve y Enrique Blanc. También integra la Red PUM (Periodistas Unidxs de la Música). Es autor del libro “Ritual y Ritmo”, sobre el fenómeno de La Bomba de Tiempo, junto a Humphrey Inzillo, editado por Atlántida (2017). Formó parte del libro sobre crítica especializada “La creación musical Argentina en Democracia” (2015). También escribió perfiles musicales para los libros “Iberoamérica Sonora”, retratos de la nueva escena musical de America Latina (2016), “Cantoras todas” (2020), y “Somos Cumbia” (2023), editados por la Universidad de Guadalajara, México.