“Estás lejos de tu lugar, pero más cerca de lo que crees de tu hogar”, canta Anabella Cartolano sobre una secuencia melancólica de acordes menores en “Parque Chas”, la última canción de su primer disco solista. La cantante neuquina y frontwoman de las Ligas Menores, editó Sur, un álbum de nueve canciones, que respira parte de ese espíritu nómade, ausencias y despedidas, que atraviesa su vida desde la adolescencia, cuando todavía quería ser veterinaria y se marchó a Buenos Aires para estudiar en la UBA, cuando todavía no imaginaba hacer la carrera de diseño gráfico, armar una banda después de conocer a los integrantes en un show de los 107 Faunos, y que sus primeras canciones con Las Ligas Menores se iban a transformar en himnos de la generación pre-pandemia con millones de reproducciones en las plataformas digitales. Ninguna de todas esas cosas estaban en los planes de esa adolescente de 17 años.
“Hasta ese último verano, toda la vida había dicho, desde el primer grado y hasta el quinto, que quería ser veterinaria. En el último año empecé a sacar más fotos, a dibujar, y llegué acá y me anoté en el CBC en 2006. Cuando en la planilla tenía que poner lo que iba a seguir elegí arquitectura, pero mi hermana me empezó a hablar de todas las cosas que no me gustaban de esa carrera, como hacer matemáticas, y me preguntó lo que me gustaba. Le dije que sacar fotos y dibujar, y ahí apareció lo del diseño gráfico. La terminé en 8 años y en el medio empecé a tener Las Ligas Menores. No sé cómo lo hice porque si lo pienso hoy, en un momento, yo estaba estudiando, trabajando y tocando. Es un montón, pero era la energía del momento. La música era como un escape de lo que era la responsabilidad de tener que ir a trabajar y tener que sentarme a estudiar”, relata Anabella, con la distancia que le dio ese recorrido de vida y la madurez que le dan sus 36 años.
¿Qué fue lo que te llamó más la atención cuando llegaste a Buenos Aires?
-Y todo. De hecho yo tardé en tomarme en serio la carrera durante un año. Me dediqué más a salir, conocer la ciudad y ver bandas, porque acá había recitales todos los días. Todo era una aventura. Subirte a un bondi y terminar en Liniers, o conocer personas de maneras muy random. No sé, una vez volviendo a la facultad escuchando música un chico me dijo, ¿estás escuchando Placebo?, y me invitó a una reunión con otras personas que no se conocían en un Mc Donalds, y que les gustaba la banda. Ese tipo de cosas me pasaban mucho. Entonces era todo. Poder convivir de nuevo con mi hermana, que nos llevábamos muy bien, conocer bandas, conocer lugares, conocer gente, y también estar sin los padres. De pronto, era una sensación de independencia.
Desde que se vino a Buenos Aires, la cantante recorrió muchos barrios porteños y se mudó unas catorce veces. La última vez que estuvo en Neuquén fue en 2017 cuando fue a tocar con Las Ligas Menores. “Siempre envidio un poco a las personas que tienen una casa a donde vuelven. Yo no la tengo de hecho porque me mudo cada dos años cuando se termina el alquiler, así que aprendí a entender que el hogar no es algo físico, sino una sensación en mí. Fue como encontrar el hogar en mí y no en un lugar material”, dice Anabella, con kilómetros recorridos sobre la ruta y días en continuado en habitaciones de hoteles sin personalidad, fuera de la casa.
Aprendí a entender que el hogar no es algo físico, sino una sensación en mí.
Anabella Cartolano
Su primer disco solista lo grabó en Chubut, durante un viaje que aprovechó para visitar a una de sus amigas más queridas y participar de una residencia creativa. El plan era experimentar lúdicamente con fragmentos de audios grabados en el teléfono y bocetos de temas para piano. Eso terminó derivando en un álbum solista, el primero después de más de una década al frente como cantante, compositora y guitarrista de Las Ligas Menores, banda que desde los inicios formó parte del catálogo del sello Laptra, junto a 107 Faunos y El Mató a un Policía Motorizado, y que fue recibida como heredera del sonido indie pop de Suárez, grupo liderado por Rosario Bléfari. “El primer disco que escuché de Suárez fue Horrible porque me encantó el nombre. En la sala de ensayo no era algo que decíamos, tiene que sonar así o estaba esa referencia. Después tuvimos el privilegio de compartir fecha con Rosario Bléfari con su proyecto Sué Mon Mont, pero nunca me pude sentar a conversar con ella. Hoy está Nina (Suárez), que hace una canciones increíbles”, dice Anabella.
Sur es un gran debut solista y explora otras zonas de la compositora patagónica, con una voz más introspectiva, el piano como eje de las composiciones, y una furia que se descarga más en las letras que en las guitarras, a diferencia de Las Ligas Menores. “Siento que en el disco hay un personaje que cuenta una historia”. En la trilogía de canciones que abre el álbum se habla del fin del amor y sus dolorosas heridas. En “Sobra querer” canta: “Voy a cantar lo que no puede decir/voy a decir lo que no puedo escribir”, dice sobre el vaivén de una balada rockera con un piano dramático y una voz enojada. La canción “Bandurrias”, un tema instrumental en piano propone un remanso y funciona como un quiebre en ese estado de ánimo de la protagonista. “Un viaje”, es la crónica pop de una espera, los días en la ruta y los desencuentros. Mientras que “Un recuerdo”, navega sobre el sonido de una cajita musical y un piano cálido de acordes mayores. “Corto y al pie” y “Atenta”, tienen atmósferas musicales más envolventes, psicodélicas y más teñidas por el postpunk de los ochenta, con el beat puesto sobre la línea de bajo, la repetición de los teclados y una batería desordenada. El cierre con “Parque Chas”, uno de los grandes himnos del disco, retoma el sonido austero de los discos solistas de El Príncipe, donde la voz íntima de Anabella, solo queda acompañada por el arpegio lento de una guitarra. “De hecho, quería esa cosa medio desprolija, que se escucha en un momento cuando aparece el gatito del dueño que entró al estudio, y dije que lo dejen”, cuenta sobre el proceso en el estudio HHStudio en Lago Puelo, donde fue producida por Juan Barallobres, Lucas Avellina y Axel Noguera.
Anabella Cartolano escribe canciones para corazones rotos: cartas de despedida, conflictos larvados a punto de estallar y pensamientos en voz alta, que se abrazan a melodías pop y con ecos de artistas como Fiona Apple, Syd Barrett, y Tom Petty. La artista convierte la catarsis emocional en obra. Esa, dice, es su manera de componer. “Siempre tomé la música como una terapia. La verdad es de las más lindas que hay. Me parece bastante importante tener eso, además de la terapia que también la hago. Es bueno tener un espacio donde pueda volcar lo que siento”.
Siempre tomé la música como una terapia. Es bueno tener un espacio donde pueda volcar lo que siento.
Anabella Cartolano
-Sublimar en una canción los estados de ánimo.
-Y sí, porque a mí me han preguntado ¿por qué compusiste tal cosa, o en qué momento?, y por lo general es más un sentimiento, como cuando te agarra un poco ansiedad y se te cierra el pecho. Bueno, ahí en ese momento si toco un instrumento es como que me ayuda a relajar, así que lo recomiendo.
-¿Cómo aprendiste música?
-De niña, fui a un taller de música y expresión corporal. Era muy bonito porque no te enseñaban a tocar nada de forma teórica, sino que era más bien todo de oído y generar armonías. Empecé a los seis y me fui de ahí a los 12. Me había encariñado con el lugar y me costó dejarlo, pero ya estaba grande. Me di cuenta cuando a mi alrededor todos tenían ocho años. A los 12, mis padres me regalaron un teclado y después a los 14 recibí una guitarra. Ellos siempre me incentivaron y eso lo agradezco. En realidad, iba a estudiar en el conservatorio, pero mi viejo en eso fue raro. Hoy lo niega, pero no quería que estudie ahí. Era como la preocupación de un padre de querer que un hijo se pueda ganar la vida de alguna manera.
-¿Recordás cuando hiciste tu primera canción?
-La primera vez fue sin ningún instrumento. Volvía caminando a mi casa y pensé una letra y como una melodía. Cuando llegué a mi casa me puse a escribir la letra y le tarareé la melodía a mi viejo y me dijo: “hiciste una canción”. Mi viejo, también siempre escribió, y mi abuela también. Capaz había algo ahí en la familia. Nunca hice ningún tipo de taller, ni clase de poesía. Siempre escribo viendo que sale.
-¿Estás todos los días con la música?
-Mi peor miedo es que se me caiga el celular al agua, porque estoy constantemente tocando el piano y grabando, o escribiendo mucho. Es muy lindo escribir. Siempre escribo a modo diario. Tengo un cuaderno donde se mezclan cosas que se me ocurren, canciones y hasta puede haber una receta de cocina en el medio.
-¿Siempre escribiste diarios?
-De chica siempre tuve, después los dejé. En el 2020, empecé con un diario a troche y moche, porque mucho de lo que a uno le pasa no lo habla, pero sí lo escribe. A veces no lo podés hablar con alguien y empezás a escribir por algo que te afecto en el día. A veces es duro volver a leer lo que escribiste. Hay cuadernos que no sé si estoy preparada para releerlos, pero están ahí escritos y guardados. Es como un registro de tu crecimiento.
-¿Fue difícil para vos insertarte en la música?
-De la manera que se dio todo fue muy natural. A Luli, la primera bajista de Las Ligas Menores, la conocí por una de mis hermanas. Pablo y Mica, estaban con ellas en los mismos recitales que íbamos, pero no éramos amigos. Un poco lo que nos unió fueron los recitales. Recuerdo que un día mi hermana dijo: ¿ustedes no tienen canciones?. Ahí nos juntamos y dijimos de ensayar. La historia oficial es que fuimos a ver a los Faunos en Radio Nacional y después fuimos a comer pizza. Ya veníamos con el chiste de ensayar en una sala y finalmente quedamos en juntarnos en una sala de Caballito que ya no existe. Al poco tiempo me quiebro el pie en un show de El mató un policía motorizado. Estaba con Pablo y Mica que me acompañaron al Hospital Italiano. Estuve un mes en cama ensyesada. Gracias a eso surgió la canción “Accidente” de las Ligas. Y en ese mes, salieron letras que son literales de todo lo que me fue pasando. Hoy me dan risa y ternura. De ahí surgieron, entre otras historias, “El baile de Elvis”, “Crecer”, y todo por estar en reposo. Me encantaría escribir desde algo lindo, pero a mí no me sale. Cuando no puedo más con una situación escribo un tema. Ahí en mis canciones está todo plasmado lo que me pasa.
Cuando no puedo más con una situación escribo un tema. Ahí en mis canciones está todo plasmado lo que me pasa.
Anabella Cartolano
Escrito por:
Gabriel Plaza
Periodista y curador de música
Como periodista se desempeñó como crítico de música y redactor en el Diario La Nación (Buenos Aires), desde 1996 hasta 2019. Colabora con Revista Ñ (Clarín), Infobae, ElDiarioar, entre otros medios. Es co-fundador de la Red de Periodistas Musicales de Iberoamérica (REDPEM) junto a Humphrey Inzillo, Jaime Monsalve y Enrique Blanc. También integra la Red PUM (Periodistas Unidxs de la Música). Es autor del libro “Ritual y Ritmo”, sobre el fenómeno de La Bomba de Tiempo, junto a Humphrey Inzillo, editado por Atlántida (2017). Formó parte del libro sobre crítica especializada “La creación musical Argentina en Democracia” (2015). También escribió perfiles musicales para los libros “Iberoamérica Sonora”, retratos de la nueva escena musical de America Latina (2016), “Cantoras todas” (2020), y “Somos Cumbia” (2023), editados por la Universidad de Guadalajara, México.