COLECCIONES
Cuando termina el año, uno se llena de propósitos; la mayoría irrealizables, o disparatados, o improbables, teniendo en cuenta la poco previsibilidad que tiene nuestro país, y el mundo, y la época que vivimos. Pero supongamos que si terminamos 2024 con la palabra “Cerebro podrido” como la mejor descripción de lo que nos ocurrió en los doce meses de ese año, alguien se haya propuesto sabia o ilusamente, consumir un poco menos de toda esa dieta de anabólicos ultraprocesados que son los contenidos de las redes y de internet en general. Supongamos que lo extendió un poco más y que haya querido volverse más analógico que digital; que en lugar de leer todo desde el teléfono o los e-readers, haya preferido los libros, las revistas (si es que encontró), los diarios; que en vez de intercambiar 54 mensajes por Whatsapp haya preferido ir a tomar un café con esa persona; que en vez de comprar todo a puro scrolleo y lectura de opiniones de usuarios, haya ido a una tienda; que incluso haya ido a hacer trámites en persona. Por algún motivo, todo eso que hace no tanto hacíamos, suena completamente anacrónico, no?.
No es pura melancolía por los tiempos idos. Como cantaba Luis Alberto Spinetta, “nunca voy a decir que todo tiempo pasado fue mejor, mañana es mejor”. Pero… Un pero enorme. Hay un documental que está disponible en Netflix y del que hablamos en Cuad en esta edición que se llama “Compre ya: la conspiración consumista” que se vuelve un reflejo oscuro de lo que muchas -demasiadas- veces hacemos: comprar sin medida. El efecto es perturbador. No tanto por la confirmación -que no es sorpresa- de que las empresas echan mano de todas las herramientas conocidas para generar el deseo, la necesidad y la velocidad de compra, sino por cómo participamos todos en una maquinaria que nos cubre de objetos la mayoría de las veces innecesarios. El peor desastre lo paga -lo pagamos- en forma de deshechos que nunca se terminan de deshacer.
Para salir de ese efecto abrumador y apostar por la producción a escala humana y sensible, les compartimos tres entrevistas de esta edición. ¿Un poco analógicas? Puede ser. ¿Anacrónicas? Para nada.
Primero, hablamos también con Sofi Corazza, joven escritora nacida en Roca y establecida en Buenos Aires. Sofi publicó el poemario “Mal deletreado”, que forma parte de una serie artesanal publicada por Proyecto Kraken, una editorial independiente que trabaja desde la cercanía, apostando a formas alternativas de producción cultural. El poemario está dividido en tres bloques: mañana, tarde y noche. Cada parte representa un día en la vida de las personas, pero también un viaje introspectivo hacia la infancia y la memoria. De eso y de cómo es el proceso creativo habla en la entrevista
También entrevistamos a la diseñadora de indumentaria Nani Seguel. Preocupada por lo que ocurre con la producción de moda a gran escala, una de la industrias más contaminantes del planeta, Nani Seguel le pone el corazón, el cuerpo y la cabeza al proyecto Volsa, en el que se ocupa de recuperar materiales de descarte del mundo textil y recicla bolsas de redes de polietileno. Con experiencia en el rubro, habla de la sustentabilidad de la moda.
Y en ese planeta, les compartimos también la increíble búsqueda visual del fotógrafo nacido en Cinco Saltos, Robin Acuña, con sus producciones fotográficas en las que conviven los paisajes patagónicos, la fantasía, la música y el futurismo retratan no sólo estilo, sino también el entorno, la identidad y los estados de ánimo.
Escribir, recuperar, diseñar, mirar. De eso se trata
introducir la perspectiva del consumo en su lenguaje visual.
Los paisajes patagónicos, la fantasía, la música y el futurismo conviven en la obra de Rodrigo Acuña (@_idea160_), joven fotógrafo rionegrino oriundo de Cinco Saltos que nos cautiva con su imagen pulida, llena de frescura y detalles de arte y diseño que cuentan historias con estilo propio.
En sus producciones fotográficas se aprecia cómo conjuga la moda, el maquillaje, el montaje, la danza, el cine, el teatro, la música en medio de escenarios regionales. La influencia de los enfoques artísticos y su permanente búsqueda por crear algo distinto hacen que sus fotografías reflejen un ojo clínico que identifica, comprende y domina los cánones de imagen del mercado, mostrando versatilidad y potencial narrativo, generando contrastes y creando atmósferas que conservan una identidad local al mismo tiempo que son capaces de trascender fronteras e idiomas con su lenguaje visual global.
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