88 teclas para hablar de sentimientos
Entrevista a Ciro Rolón
88 teclas para hablar de sentimientos
Entrevista a Ciro Rolón

Formado entre Cipolletti, el IUPA y el Teatro Colón, ganador del Concurso Nacional de Intérpretes Dr. Tilo Rajneri en 2022, y ahora del Pianorama Argentino 2025". Ciro Rolón, el pianista argentino repasa su formación, comparte su recorrido, sus influencias y el backstage emocional de cada concierto.

“88 teclas para hablar de sentimientos”. Así define Ciro Rolón su vínculo con el piano: no como un instrumento, sino como una forma de decir lo que no cabe en palabras. Nacido en Cipolletti y formado entre el Alto Valle y Buenos Aires, Rolón ha construido una carrera que combina virtuosismo técnico, profundidad expresiva y una sensibilidad que lo conecta con públicos de todo el mundo. Ha sido becado por instituciones como el Mozarteum Argentino, el Fondo Nacional de las Artes y el Centro de Estudios Pianísticos de Barcelona. Su trayectoria incluye presentaciones en el Teatro Colón, giras por Europa y América Latina, y una relación entrañable con la Patagonia, región que considera su raíz emocional y artística.

En septiembre de este año, ganó el Primer Premio en el Concurso Internacional de piano EPTA, "Pianorama Argentino 2025" auspiciado por la Fundación "Il suono e il Tempo Internazionale" (Italia) y ALAPP Argentina (Asociación Latinoamericana de Pianistas y Pedagogos), que le otorga una Beca en Londres, para tocar en la Casa Steinway de Reino Unido, una de las salas de concierto más prestigiosas, además de conciertos en Manchester y Leeds y una gira por Italia.

Licenciado en Artes Musicales con distinción "Summa cum laude", discípulo del maestro Aldo Antognazzi y de figuras como Bruno Gelber, Ingrid Fliter y Rustem Hayroudinoff, Rolón es también pianista adjunto del Instituto Superior de Arte del Teatro Colón. Pero más allá de los premios y los escenarios, su relato está atravesado por la memoria afectiva: la cicatriz en la ceja que lo une a General Roca, los mensajes de su maestra Lili antes de cada concierto, el estudio con Ricardo Zanon en el Instituto Universitario Patagónico de las Artes (IUPA). En esta entrevista, repasa su formación, los compositores que lo interpelan y el deseo de seguir llevando la música —y la emoción— a todos los territorios posibles.

-¿Qué huellas te dejó tu paso por el IUPA? ¿Hay alguna clase, docente o momento que sientas como semilla de lo que sos hoy como músico?

- El IUPA sin dudas terminó de sellar mi lazo íntimo con la ciudad de Roca. Fue la primera ciudad que habitamos con mi familia al llegar a la Patagonia (mi padre de Misiones, mi madre de Córdoba), antes de mudarnos a Cipolletti. Tengo incluso una cicatriz en la ceja que me hice a los tres años por andar en bicicleta dentro del pequeño departamento que alquilábamos. Fue casi como la ciudad "marcándome" de por vida, augurando mi regreso, pero esta vez, como parte de mi formación artística. Mi primer gran maestra de piano, Liliana Obregón se formó en el INSA (como se llamaba en ese entonces), así que fue natural para mi que siguiera en principio sus pasos, como un puntapié para lo que vendría después: Buenos Aires, el Teatro Colón, el exterior, los concursos, los premios, las giras y los conciertos. 

Nunca voy a olvidar la primera vez que conocí el INSA - IUPA. Hasta el día de hoy, es una atmósfera única que nunca pude replicar. Todas las carreras de arte conviviendo en un mismo edificio. En el piso, las bailarinas elongando, cuyas piernas tenía que esquivar para desplazarme de un aula a la otra. Los cuadros de artes plásticas expuestos en los pasillos, los alumnos de percusión estudiando afuera y todo ese hermoso quilombo artístico, resultaba muy inspirador. Recuerdo ser uno de los primeros en llegar y el último en irme de entre todos los pianistas. En esa época, y como hoy, estudiaba muchísimas horas seguidas, todo el día prácticamente de un aula con piano a la otra. Rápidamente creo me hice muy conocido en ese ambiente porque prácticamente vivía allí dentro, siempre estudiando y tocando obras difíciles y virtuosas para mi edad. El IUPA representa mi primera etapa de entera entrega y dedicación al piano.

Recuerdo con nostalgia las clases de canto coral. Era un profesor muy serio a la vez que risueño y pedagógico. Falleció lamentablemente hace algunos años. Me transmitió la alegría de ser parte de un coro. Por supuesto, recuerdo las clases de mi maestro Ricardo Zanón, una eminencia musical del Alto Valle, sin dudas. Fue un paso más allá de la formación pianística sólida que ya tenía para ese entonces gracias a Lili. Ricardo me transmitió más presencia corporal, más solvencia y seguridad a la hora de tocar. Además de ciertas anécdotas musicales y sabiduría. A la profesora Ángeles Djamgossian, de Audioperceptiva, también la recuerdo muchísimo y hasta el día de hoy tengo contacto. Eso es un capítulo aparte además, porque toda su familia es bellísima y siempre han sido muy elogiosos y generosos conmigo incluso a la distancia ya radicado en Buenos Aires. Definitivamente uno de los hitos de mi estadía en Gral. Roca.

-¿Qué sonidos o silencios de la Patagonia llevás con vos cuando tocás en escenarios como el Teatro Colón o en el exterior?

- Intento sentirme en el escenario como en mi propia casa. Emulo esa atmósfera ligera de la Patagonia: lo íntimo, lo cotidiano. Requiere concentración, pero los años y la experiencia ayudan. Lo disfruto como nada más en la vida. Y siempre llevo en el corazón a mi maestra Lili. Me manda mensajes antes de los conciertos. Ella decía que no importa el lugar ni el público, uno siempre da lo mejor de sí mismo, en beneficio de la música y la partitura.

-¿Recordás el primer momento en que sentiste que el piano no era solo un instrumento?

-Sí. Fue en mi primera clase con Mariana Serale en la Casa de la Música de Cipolletti. Me explicó los pedales y tocó un fragmento de “Love Story” de Francis Lai.  El efecto sonoro que producía quedó para siempre grabado en mi memoria y un extraño escalofrío recorrió todo mi cuerpo. Sentí una profunda emoción y desde ese momento supe que quería sentirme así para siempre. El músico soviético Anton Rubinstein, una de las leyendas del piano de Rusia, decía metafóricamente que "El pedal es el el alma del piano" para resaltar la importancia del pedal de resonancia (es el pedal derecho del instrumento) en la expresividad y riqueza del sonido del piano. 

Además, siempre fui introvertido. La música me permitió comunicar sentimientos románticos y apasionados que quizás, como hombre, uno tiende a reprimir. En la música soy libre. El piano es el medio perfecto. 88 teclas para hablar de sentimientos.

-Entre los premios y reconocimientos ¿Qué representa este último que recibiste?

- Los concursos son herramientas para avanzar. Debussy decía que “las competencias son para los caballos”, pero también tienen un efecto motivacional. Soy muy perfeccionista, y eso aumenta el estrés.

El último premio, el Concurso Internacional EPTA “Pianorama Argentino 2025”, me otorgó una beca a Londres para tocar en Steinway Hall, además de conciertos en Manchester, Leeds y una gira por Italia. Es especial por su proyección internacional.

En Argentina he ganado muchos premios, como el Concurso Nacional de Intérpretes Dr. Tilo Rajneri en 2022, que me permitió volver a Roca con la Orquesta Sinfónica de FCP. Pero uno como artista debe aspirar a traspasar fronteras.

-¿Cómo vivís el backstage de una gala en el Colón? 

- Tocar en estos grandes coliseos de la escena clásica puede resultar bastante intimidante sobre todo al principio. Suele ser un ambiente notablemente elitista y con público culto y salvajemente crítico en ocasiones. Pero también hay gente que simplemente se acerca al teatro luego de una ardua jornada laboral a pasar simplemente un buen momento musical. Trato de concentrarme siempre en este último grupo, y tocar para ellos es una forma de agradecimiento por tomarse el tiempo de venir a escucharme. Me repito a mi mismo, esto es un privilegio que pocos mortales gozan, estoy haciendo lo que me gusta y la gente se ha tomado una hora y media de su día para verme a mí tocar el piano. Y además, ¡qué piano! Un Steinway, Concert Grand Modelo D. Es un placer comparable al de manejar el mejor auto del mundo entero. 

El concertista de piano debe tener nervios de acero suele decirse. También creo que los nervios son algo natural del ser humano y en realidad deben canalizarse al servicio de la interpretación. Hay pasajes dramáticos de las obras que requieren que ese nerviosismo y ansiedad se transmita  a través del sonido. Así como hay pasajes de solemnidad y pasividad y requieren de una baja en las pulsaciones de repente. Los músicos somos también grandes actores capaces de inducir múltiples estados de ánimo extremos en tan solo unos pocos compases. Es realmente agotador emocionalmente en ocasiones. Pero es a su vez lo lindo de esta actividad. Lo importante para mi sin embargo, es no dejar que las emociones se apoderen de nosotros completamente, sino siempre en control de la expresividad a través del sonido.

-¿Qué compositores sentís que te interpelan más allá de la partitura?

-Schubert y Rachmaninoff. Schubert evoca mi infancia. Es clásico y romántico a la vez. Me da paz en momentos de crisis. Es como un abrazo que dice “todo va a estar bien”. 

Rachmaninoff es fuego y pasión. Siempre fui sensible, pero mi crianza limitaba la expresión emocional. Rachmaninoff me permite canalizar eso. Además, sus acordes están en muchas canciones que escuchaba mi padre en los viajes. Me remite a épocas y sensaciones muy profundas.

-Si tuvieras que elegir una pieza que sintetice tu recorrido hasta hoy, ¿Cuál sería y por qué?

-“Preludio, coral y fuga” de César Franck. No es muy conocida, pero gané con ella el último concurso internacional. La trabajé con Aldo Antognazzi antes de su partida a España. La interpreté en el Colón en su homenaje. El Preludio representa la infancia: arpegios que esconden una melodía bellísima. El Coral, una marcha fúnebre: la adolescencia y sus cambios. La Fuga, compleja y monumental, es el momento de partir y afrontar desafíos. Culmina en una Coda brillante y triunfal. Es mi vida en música.

-¿Cuál sigue siendo tu relación con esta región?

-Todos los años hago una Gira Argentina. He recorrido más de 15 provincias. Al final, me gusta cerrar en la Patagonia: Bariloche, Villa La Angostura, San Martín de los Andes, Roca, Neuquén, Plottier. Tengo planeado volver con la Orquesta Sinfónica FCP en Río Negro, interpretando Rachmaninoff. Me gusta reencontrarme con el público patagónico.  

Recuerdo un concierto en Villa La Angostura. Un señor se acercó llorando: “Vine por Rachmaninoff pero ese Chopin me mató”. Lo abracé. Por momentos así valen la pena las incontables horas frente al teclado. Si lográs tocar las fibras más íntimas del ser, es que lo estás haciendo bien.

Escrito por:

VERONICA BONACCHI

Jefa de Redacción Revista CUAD

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