Por definición, la estética -desde una mirada filosófica- es aquella belleza formal y el sentimiento, la percepción emocional y sensorial que produce su contemplación en el ser humano.
Lo bello, lo bueno y lo verdadero son tres conceptos que se interrelacionan y que en filosofĂa son enunciados como valores fundamentales, siendo lo bello – que nos ocupa en este momento por su relaciĂłn con la experiencia estĂ©tica – la percepciĂłn de algo agradable y armonioso, una manifestaciĂłn o presencia del mundo inteligible en el mundo sensible, de la que no es posible dudar, en palabras de PlatĂłn (387 a.C.)
Hoy, la belleza como tal parece hegemonizada a partir de lo que producen y reproducen los medios, las redes y la inteligencia artificial aunque también hay que reconocer que existen ciertas miradas que se desplazan del eje de lo aesthetic para dar lugar a otras y consecuentemente enunciar nuevos parámetros de belleza diversa y particular. Una suerte de movimiento estético de oposición.
Los movimientos estĂ©ticos vinculados al arte han existido a lo largo de los años, algunos han trascendido, sobrevivido, otros mutado o desaparecido. Los parámetros de belleza formal actual son exigentes, restrictivos, efĂmeros y caprichosos en algunos casos. La belleza como tal es ahora capturada a cada segundo y vista en alta definiciĂłn.
Pero más allá de la uniformidad, la estĂ©tica trasciende el hecho artĂstico como algo exclusivo para ser algo cotidiano, experiencias diarias que impactan en nosotros, en muchos o en todos, aĂşn sin darnos cuenta.
Los parámetros de belleza formal actual son exigentes, restrictivos, efĂmeros y caprichosos en algunos casos. La belleza como tal es ahora capturada a cada segundo y vista en alta definiciĂłn.
Esta bĂşsqueda de lo bello, en mi mirada – capturada en el instante de una fotografĂa – trata de dar cuenta de una belleza melancĂłlica y retro. Una belleza de tiempos pasados, que intenta resistir, estĂ©ticamente hablando, entre tanta perfecciĂłn, tecnologĂa y led, a esta suerte de status quo de belleza dominante.
Son los parques de diversiones y sus juegos los que concentran mi atenciĂłn en una serie de fotografĂas llamada “Esto no es Disney”. Ruedas mágicas o vueltas al mundo, calesitas, kamikazes, tsunamis, montañas rusas y autitos chocadores por citar algunos. Atracciones mecánicas que ponen en juego la gravedad en dispositivos coloreados con luces incandescentes, bajo cielos extensos y limpios. Las composiciones, prĂłximas a la simetrĂa en la mayorĂa de los casos, sumadas a la armonĂa y proporciĂłn entre fondo y figura, con el cielo como protagonista secundario y con la subjetividad que implica una mirada particular, hacen de la imagen algo bello, y consecuentemente estĂ©tico: una suerte de estĂ©tica parquera.

Lo que nos provoca suele ser distinto, pero no hay duda de que algo de fascinación, de atracción irresistible aparece, por algo son también llamados Parques de atracciones. Una vez traspasado el ingreso hay otras sensaciones que pueden aflorar: miedo, temor, incertidumbre. Pero el conjunto de juegos es irresistible. Donde se emplaza un parque la mirada se posa, se detiene un momento, hay una experiencia estética en ese instante. No podemos ser indiferentes ante él.
En las imágenes que componen Esto no es Disney, las paletas son desaturadas, el fondo luminoso, el peso visual está puesto en el juego: las atracciones ocupan un tercio de la imagen y el cielo se posa sobre ellos, les ejerce presión, los arraiga al suelo. La propuesta estética invita a la contemplación desde la calma y no desde la estridencia: se juega observando el juego, la experiencia es contemplativa y conmemorativa: evocar el recuerdo de haberme subido, la sensación provocada, el volver a experimentarla. El juego es el mismo pero visto desde afuera, en otro tiempo y en otro lugar.
Alicia, Kamikaze, Tsunami, Montaña rusa, mega looping, tazas mágicas, Spider Man volador, autos chocadores, Samba y Vuelta al mundo son manifestaciones estĂ©ticas y materiales en formato atracciĂłn que nos remiten a personajes, en su mayorĂa de ficciĂłn, como a lugares o ritmos remotos puestos al servicio de la diversiĂłn.
Si la melancolĂa es un estado emocional que se caracteriza por la tristeza profunda, la apatĂa, la falta de interĂ©s en actividades que antes se disfrutaban, son estas imágenes y los parques de atracciones – que siguen convocando pĂşblico en cada lugar donde se instalan – la manifestaciĂłn de una belleza perdida y admirada provocando sobre quienes los recorremos una extraña fascinaciĂłn.
Larga vida a la estética parquera.
Nos vemos en Disney.
Escrito por:

LUJAN MARTINEZ
Colaboradora Revista CUAD
Luján MartĂnez es arquitecta por la UBA y docente en la Universidad Nacional de RĂo Negro, donde se desempeña en las carreras de Arquitectura y Diseño de Interiores y Mobiliario. FotĂłgrafa amateur en constante bĂşsqueda de nuevas miradas, comparte su universo visual en @tresalegrestigres.