¿Qué produce la necesidad de consumir? ¿Qué es lo que busca el ser humano con los distintos objetos del mercado? La presencia de un vacío existencial en los seres humanos es bien sabido. Esa falta primordial en la condición humana produce la búsqueda de diferentes modos de taponarla; y el consumismo actual intenta “satisfacer” esa demanda con objetos para garantizar de este modo la felicidad del individuo. El concepto de felicidad ha ido variando a través del tiempo, diversos filósofos han teorizado sobre ¿Qué es la felicidad? y hubieron distintas respuestas a esa pregunta. Me interesa sobre todo la filosofía política de Thomas Hobbes que dice “la felicidad es un continuo progreso en el deseo; un continuo pasar de un objeto a otro”. ¿Qué es esta compulsión de saltar de un objeto a otro? Lacan dirá que es el plus de gozar. Con esta fórmula intentó caracterizar a ese objeto y la satisfacción evanescente que conlleva, un plus que se llega a través de una pérdida fundamental, cuya satisfacción la actualiza y causa la renovación del circuito paradójicamente.
Freud también indagó sobre esta concepción de la felicidad y remitió en “Malestar en la cultura” la limitación de la misma, como así también la peculiaridad del problema libidinal de cada individuo, siendo que no existe una regla para todos, donde cada sujeto debe buscar su manera de ser feliz. Hoy nos encontramos en una era del para todos, de un goce ilimitado, y donde diferentes objetos de consumo vienen a suplir la falta y dar esa sensación de satisfacción efímera y de falsa felicidad. La identidad de un sujeto se ve enmarcada en una pregnancia imaginaria de un ser por lo que se tiene, dejando de lado la falta en ser, y aquello que remite a un plano simbólico. Hoy somos por lo que tenemos, y todo el tiempo estamos tratando de mostrar una imagen que es aquella que nos venden en las propagandas, creando necesidades inútiles, como celulares de alta tecnología que muchos usuarios ni saben usarlos, la ropa de marca, el café de starbucks, etc, como si todos estos objetos pudieran calmar la falta y pudieran garantizar la felicidad que nunca llega. Hay un aplastamiento del sujeto en el estrago del consumo, donde nada alcanza, donde siempre se quiere más.
La sensación de satisfacción ¿cuánto dura? ¿Cuánto tiempo somos felices cuando tenemos el nuevo celular último modelo? ¿Cuánto tiempo dura esa “novedad” en el mercado para pasar a ser viejo? Si no existe una única manera de ser feliz, ¿cómo es que se ha globalizado la felicidad a través del consumo? El desconocer las diferencias entre sujetos y la búsqueda singular de la felicidad y reproducir un sólo modo de hallarla, termina produciendo más insatisfacción, más pulsión de muerte, más desgano, más objetos consumidos, y sujetos consumidos por el desfile de objetos descartables que signan la “felicidad” como el cenit de la vida social.
Podemos pensar al individuo homogeneizado en esta vorágine del consumo, con una máscara de la “supuesta felicidad” y tras bambalinas el sufrimiento del mismo, el cansancio y el hastío por no poder frenar y preguntarse ¿Quién soy? ¿Qué quiero? ¿Qué me hace realmente feliz? ¿Cuál es mi deseo? pero el “show must go on” y sigue sin esa pausa necesaria para poder cuestionarse.
El movimiento Minimalista intenta ir al revés de este consumo desmedido, de ese plus de gozar, y tener lo que realmente se quiere y se necesita. Si bien es una respuesta a esta problemática contemporánea, no deja de ser un movimiento que también intenta lograr una respuesta “para todos”, cuando me parece que la verdadera respuesta está en el uno por uno, en cada sujeto particular, lejos de esa universalidad del individuo. Para ésto no hay un sólo camino, una sola manera de encontrar ese momento de felicidad, sino que es una respuesta singular. El psicoanálisis puede aportar algo sobre este debate de la felicidad, si la felicidad la articulamos con el síntoma, ya que es por el sesgo de la singularidad del sujeto enfrentado a su goce que se establece un límite a la deriva sin fin del goce. Es por ello que en análisis los sujetos si bien demandan felicidad, la abstinencia del analista es fundamental, ya que no se puede responder a eso; en tal caso un análisis puede ofrecerle al sujeto un recorrido singular donde puede hacerse esas preguntas que se intentan taponar y se produce un “conocimiento” sobre su síntoma y sus modalidades de goce, apuntando a un goce ya no del lado “del todo” y “para todos”, sino un goce no todo.
Elijo para la ilustración de esta nota una obra “La Cultura de la Felicidad” del reconocido Grupo Escombros de la ciudad de La Plata para con ella ironizar sobre “la felicidad para todos”. La obra se presenta en el contexto del arte de vanguardia de los años 70´ en el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires con Jorge Glusberg como su director del Centro de Arte y Comunicación. Es una performance donde se le entrega al público una máscara de cartulina blanca con una sonrisa que la convierte en un objeto humorístico y a la vez dramático. Tiene escrito en su reverso diez órdenes que no admiten discusión firmado por el Triunvirato que aparentemente son los tres artistas que allí aparecen; y apunta a una propuesta política ya que en ese momento el gobierno estaba en manos de los tres comandantes de las Fuerzas Armadas. Si bien el contexto de esta obra revolucionaria de humor negro e irónica es distinto a lo que se intenta cirncunscribir en esta nota, me pareció interesante el mensaje de mostrar una cosa cuando se esconde otra. Detrás de la máscara está aquello que se oculta, detrás del “todo bien”, hay un padecimiento subjetivo, detrás del consumo desmedido, hay un sujeto que siente, sufre y que no se define por lo que tiene material.
Escrito por:
AYELEN PUPPO
— Colaboradora Revista CUAD